Nueva Biblia Latinoamericana
Pero la sabiduría es justificada por todos sus hijos." (Lucas 7:35)
Uno de los Fariseos pidió a Jesús que comiera con él; y entrando El en la casa del Fariseo, se sentó a la mesa. (Lucas 7:36)
Había en la ciudad una mujer que era pecadora, y cuando se enteró de que Jesús estaba sentado a la mesa en casa del Fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; (Lucas 7:37)
y poniéndose detrás de El a Sus pies, llorando, comenzó a regar Sus pies con lágrimas y los secaba con los cabellos de su cabeza, besaba Sus pies y los ungía con el perfume.
Pero al ver esto el Fariseo que Lo había invitado, dijo para sí: "Si Este fuera un profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que Lo está tocando, que es una pecadora." (Lucas 7:39)
Y Jesús le dijo: "Simón, tengo algo que decirte.""Di, Maestro," le contestó. (Lucas 7:40)
Cierto prestamista tenía dos deudores; uno le debía 500 denarios (salario de 500 días) y el otro cincuenta; (Lucas 7:41)

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Lucas 7:38 - Referencia Cruzada

Ciertamente he oído a Efraín lamentarse: 'Me has castigado, y castigado fui Como becerro indómito. Hazme volver para que sea restaurado, Pues Tú, SEÑOR, eres mi Dios. (Jeremías 31:18)
Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; Al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás. (Salmos 51:17)
se levantó de la cena y se quitó el manto, y tomando una toalla, se la ciñó. (Juan 13:4)
Y derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén, el Espíritu de gracia y de súplica, y Me mirarán a Mí, a quien han traspasado. Y se lamentarán por El, como quien se lamenta por un hijo único, y llorarán por El, como se llora por un primogénito. (Zacarías 12:10)
Aun ahora," declara el SEÑOR "vuelvan a Mí de todo corazón, Con ayuno, llanto y lamento. (Joel 2:12)
Que se traiga ahora un poco de agua y lávense ustedes los pies, y reposen bajo el árbol. (Génesis 18:4)
Los que siembran con lágrimas, segarán con gritos de júbilo. (Salmos 126:5)
Bienaventurados ustedes los que ahora tienen hambre, porque serán saciados. Bienaventurados ustedes los que ahora lloran, porque reirán. (Lucas 6:21)
Y saliendo fuera, lloró amargamente. (Lucas 22:62)
Mientras Esdras oraba y hacía confesión, llorando y postrándose delante de la casa de Dios, una gran asamblea de Israel, hombres, mujeres y niños se juntó a él; y el pueblo lloraba amargamente. (Esdras 10:1)
Para conceder que a los que lloran en Sion Se les dé diadema en vez de ceniza, Aceite de alegría en vez de luto, Manto de alabanza en vez de espíritu abatido; Para que sean llamados robles de justicia, Plantío del SEÑOR, para que El sea glorificado. (Isaías 61:3)
Y volviéndose hacia la mujer, le dijo a Simón: "¿Ves esta mujer? Yo entré a tu casa y no Me diste agua para Mis pies, pero ella ha regado Mis pies con sus lágrimas y los ha secado con sus cabellos. (Lucas 7:44)
Confieso, pues, mi iniquidad; Afligido estoy a causa de mi pecado. (Salmos 38:18)
Con llanto vendrán, Y entre súplicas los guiaré. Los haré andar junto a arroyos de aguas, Por camino derecho en el cual no tropezarán; Porque soy un padre para Israel, Y Efraín es Mi primogénito." (Jeremías 31:9)
Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados. (Mateo 5:4)
Tus ungüentos tienen olor agradable, Tu nombre es como ungüento purificado; Por eso te aman las doncellas. (Cantares 1:3)
Cuando el ángel del SEÑOR habló estas palabras a todos los Israelitas, el pueblo alzó su voz y lloró. (Jueces 2:4)
Porque la tristeza que es conforme a la voluntad de Dios produce un arrepentimiento que conduce a la salvación, sin dejar pesar; pero la tristeza del mundo produce muerte. (2 Corintios 7:10)
Cansado estoy de mis gemidos; Todas las noches inundo de llanto mi lecho, Con mis lágrimas riego mi cama. (Salmos 6:6)
Has ido al rey con ungüento, Y has multiplicado tus perfumes; Has enviado tus emisarios a gran distancia, Y los has hecho descender al Seol (región de los muertos). (Isaías 57:9)
Aflíjanse, laméntense y lloren. Que su risa se convierta en lamento y su gozo en tristeza. (Santiago 4:9)
En todo tiempo sean blancas tus ropas, Y que no falte ungüento sobre tu cabeza. (Eclesiastés 9:8)