Nueva Biblia Latinoamericana
Los que comían manjares Andan desolados por las calles; Los que se criaron entre púrpura Abrazan cenizales. (Lamentaciones 4:5)
La iniquidad de la hija de mi pueblo Es mayor que el pecado de Sodoma, Que fue derribada en un instante Sin que manos actuaran contra ella. (Lamentaciones 4:6)
Sus consagrados eran más puros que la nieve, Más blancos que la leche, Más rojizos de cuerpo que los corales, Como el zafiro era su apariencia. (Lamentaciones 4:7)
Más negro que el hollín es su aspecto, No se les reconoce por las calles; Se les ha pegado la piel a sus huesos, Se ha marchitado, se ha vuelto como madera.
Más dichosos son los que mueren a espada Que los que mueren de hambre, Que se consumen, extenuados, Por falta de los frutos de los campos. (Lamentaciones 4:9)
Las manos de mujeres compasivas Cocieron a sus propios hijos, Que les sirvieron de comida A causa de la destrucción de la hija de mi pueblo (Jerusalén). (Lamentaciones 4:10)
El SEÑOR ha cumplido Su furor, Ha derramado Su ardiente ira. Ha prendido un fuego en Sion Que ha consumido sus cimientos. (Lamentaciones 4:11)

Otras publicaciones relacionadas con "Lamentaciones 4:8":

Dr. Roberto Miranda
Una oportunidad desperdiciada
Este sermón habla sobre cómo reaccionamos ante las ofensas y conflictos en nuestras vidas, y la importancia de vivir conforme a los principios del Reino de Dios. Se utiliza la historia de Dina en Génesis para ilustrar cómo los hijos de Dios deben poner por encima los valores del Reino de Dios, como la paz, la misericordia y el perdón.


Dr. Roberto Miranda
Verdaderamente ofendidos! ¿cuál debe ser la respuesta?
En este sermón, el pastor Roberto Miranda reflexiona sobre la historia de Dina y Siquem en Génesis 34 para ilustrar la complejidad de la ofensa y la necesidad de buscar la resolución pacífica, y cómo podemos reconciliar nuestras necesidades de justicia con la necesidad de que la ley prevalezca.


Lamentaciones 4:8 - Referencia Cruzada

Porque día y noche Tu mano pesaba sobre mí; Mi vitalidad se desvanecía con el calor del verano. (Selah) (Salmos 32:4)
Caminaron, pues, las dos hasta que llegaron a Belén. Cuando llegaron a Belén (Casa del Pan), toda la ciudad se conmovió a causa de ellas, y las mujeres decían: "¿No es ésta Noemí?" (Rut 1:19)
Su carne desaparece a la vista, Y sus huesos que no se veían, aparecen. (Job 33:21)
¡Cómo se ha ennegrecido el oro, Cómo ha cambiado el oro puro! Esparcidas están las piedras sagradas Por las esquinas de todas las calles. (Lamentaciones 4:1)
Aunque he llegado a ser como odre al humo, No me olvido de Tus estatutos. (Salmos 119:83)
Mi piel se ennegrece sobre mí, Y mis huesos se queman por la fiebre. (Job 30:30)
Y cuando alzaron los ojos desde lejos y no lo reconocieron, levantaron sus voces y lloraron. Cada uno de ellos rasgó su manto y esparcieron polvo hacia el cielo sobre sus cabezas. (Job 2:12)
Mis días son como sombra que se alarga; Y yo me seco como la hierba. (Salmos 102:11)
De la manera que muchos se asombraron de ti, pueblo Mío, Así fue desfigurada Su apariencia más que la de cualquier hombre, Y Su aspecto más que el de los hijos de los hombres. (Isaías 52:14)
De noche El traspasa mis huesos dentro de mí, Y los dolores que me corroen no descansan. (Job 30:17)
Mis huesos se pegan a mi piel y a mi carne, Sólo he escapado con la piel de mis dientes. (Job 19:20)
¡Vacía está! Sí, desolada y desierta. Los corazones se derriten y las rodillas tiemblan; Hay también angustia en todo el cuerpo, Y los rostros de todos han palidecido. (Nahúm 2:10)
Porque mis días han sido consumidos en humo, Y como brasero han sido quemados mis huesos. (Salmos 102:3)
Ante él tiemblan los pueblos, Palidecen todos los rostros. (Joel 2:6)
Nuestra piel quema como un horno, A causa de los ardores del hambre. (Lamentaciones 5:10)
Nada hay sano en mi carne a causa de Tu indignación; En mis huesos no hay salud a causa de mi pecado. (Salmos 38:3)