Faustino de Jesús Zamora VargasDios nos ama porque, simplemente, somos "los suyos". En nuestra condición humana es improbable que podamos obtener un conocimiento satisfactorio sobre el amor de Dios. De lo que sí podemos estar seguros es que Él nos ama hasta el fin. ¡Qué consuelo saberlo! Dios nos ha dicho que aunque estemos en el mundo, no somos de este mundo. El profeta Isaías nos habla de su amor de una manera increíble: "He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpido." (Is.49:16). ¿Te imaginas en la palma de la mano de Dios?
El motor impulsor de toda nuestra actividad como cristianos, debería ser el amor de Dios, nuestra relación con él, pero por desgracia vivimos por lo regular a la defensiva desparramando intentos, casi siempre fallidos, para agradarle, para buscar su amor.
Lo cierto es que ya el amor “vive” dentro de nosotros y lo olvidamos. ¿No dice la Biblia que Dios es amor? ¿No dice también que cuando venimos a Cristo, el Espíritu Santo viene a morar en nosotros? Entonces ¿por qué andamos como si no fuera así? ¿Por qué miramos la vida cristiana como una caterva de preceptos para “ganarnos” el amor de Dios? En la carta a los Romanos, Pablo declara: "Por lo cual estoy seguro que ni la muerte ni la vida, ni ángeles, ni principados ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús." (Rom 8:38-39). ¿Has meditado hermanas y hermanos míos, la profundidad y afirmación de esta increíble declaración? Dice que nada de lo que ha creado el mismo Dios nos puede separar de su amor. Un par de versículos antes, dice también la Palabra que ni tribulación, ni angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada (Rom 8:35) servirían para que seamos arrebatados de la mano del Señor.
Los cristianos estamos en el mundo y por mucho que tratemos de evitarlo y por mucha santidad que reflejemos, la contaminación nos toca en ocasiones y hasta puede derribarnos. Cuando Jesús le preguntó a Pedro por tres veces ¿me amas?, ya el Señor sabía que Pedro lo iba a negar tres veces también a pesar de las respuestas que dio el discípulo. Él conoce nuestras debilidades, nuestros nichos vacíos de pureza y desamor. Sin embargo, Él nos ama hasta el fin. Aunque parezca ridículo y exagerado el planteamiento, el Hijo de Dios vive en nosotros, toda su santidad, su deidad, su plenitud fue vaciada en la Cruz para que de cada uno de nosotros emergiera un nuevo hombre, una nueva criatura, “hechura suya”, de un nuevo barro espiritual amasado con polvo de estrellas. No podemos tomar a la ligera el hecho de que somos hijos de Dios. Este sigue siendo un mundo cruel donde siguen habitando generaciones de víboras peores que las del primer siglo. Pero el Espíritu del altísimo mora en nosotros, somos – aunque lo neguemos con nuestras actitudes – depósito del amor de Dios, nuestro viejo hombre, nuestra antigua naturaleza fue crucificada juntamente con Cristo y está definitivamente muerta. Somos hechura nueva, nueva creación, nueva criatura y nuestro pasado ahora está en la Cruz que nos liberó hace 2000 años.
Jesús nos ama hasta el fin (Juan 13:1) porque Él sabe que habitamos en este mundo y le necesitamos y también porque no todos los cristianos hemos aprendido a “permanecer en Él” y que separados de Él, nada podremos lograr. Vivir y estar en Cristo significa dejarlo actuar en nosotros de manera que esa relación nos transforme, nos vivifique, nos anime a producir frutos espirituales para beneficios de otros y el fruto del Espíritu (Gálatas 5:22) en nuestro ser. Nuestro ser interior, al estar en Cristo, debe rebozar de amor permaneciendo en Él. En cierto momento de crisis espiritual, buscaba en la Palabra refugio y encontré esta inmensa revelación: Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. (1 Jn 4:16). Espero que te impacte como a mí y te brinde hoy la confirmación del amor hasta el fin que el Señor nos ha prometido.
¡Dios te bendiga!