El pan nuestro de cada día - Parte B
Dr. Roberto MirandaEl Señor Jesucristo siempre fue muy preciso en el uso de sus palabras. Por eso es importante notar que él dijo, "el pan nuestro de cada día". No dijo, por ejemplo, "el pan nuestro para toda la vida". Como con el maná que recibieron los hebreos cada día en el desierto, el hijo de Dios debe depender de Dios para su provisión diaria, y guardarse de todo afán y de toda avaricia. No quiere decir que vivamos vidas despreocupadas, pensando sólo en el presente. Pero tampoco debemos obsesionar demasiado acerca del futuro, sabiendo que nuestra vida reposa en las manos de un Padre amoroso, que no permitirá que nos falte sustento y abrigo.
La idea de almacenar más de la cuenta, de estar excesivamente preocupados acerca del mañana y lo que ha de venir, es foránea a la mentalidad de un cristiano maduro, consciente de que Dios es su fiel proveedor. El señor Jesucristo ha dicho, “Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud” (Lucas 12:29). En ese mismo pasaje, nos invita más bien a concentrarnos primeramente en las cosas que atañen a su reino y sus principios, y a confiar que lo demás vendrá orgánicamente, como por añadidura (vs. 31).
Dios quiere engendrar en nosotros una actitud de total confianza y dependencia de Él. Por eso muchas veces escoge entrenarnos en la vida de fe, por un tiempo dándonos sólo lo suficiente para las necesidades de cada día. Muchas veces, cuando hemos aprendido a confiar en Él totalmente y nos despojamos de la dependencia de las cosas materiales, entonces viene la abundancia y la prosperidad.
Recuerdo el texto en que Jesús envía a sus discípulos en uno de sus primeros viajes misioneros. Dice el relato que “les mandó que no llevasen nada para el camino, sino solamente el bordón; ni alforja, ni pan, ni dinero en el cinto, sino que calzasen sandalias, y no vistiesen dos túnicas” (Marcos 6:8 y 9). Les convenía a estos misioneros en entrenamiento aprender a depender de Dios para su sustento; tener que levantarse cada día y preguntarse de dónde vendría su próxima comida, o dónde se hospedarían la próxima noche. Al constatar una y otra vez que su Padre celestial no les fallaría, y que siempre habría de responderle en formas milagrosas para la provisión de sus necesidades, la fe de estos futuros siervos de Dios crecería, y aprenderían a confiar en Él para su sustento diario.
Así Dios quiere que nosotros también pongamos a un lado la ansiedad acerca del mañana, y que aprendamos a confiar en él para la provisión de cada día. ¡No seremos defraudados jamás!