La santidad, propósito y desafío del cristiano
Faustino de Jesús Zamora VargasSantidad es caminar de acuerdo a las normas de Dios en nuestro peregrinaje espiritual aquí en la tierra. Es el gran desafío del cristiano. Cuando hablamos de santidad, virtualmente quiere decir vivir separado de todo lo que es depravado e inmundo, es la ausencia de la corruptibilidad a la que estamos expuestos irremediablemente y que no podemos evitar. Es andar conforme a la voluntad de Dios y como consecuencia, reflejarla continuamente en nuestras relaciones con los demás, en nuestra familia, con nuestros cónyuges, los hijos, los compañeros de trabajo, los vecinos, nuestros hermanos en la fe. Si hemos sido redimidos por Cristo y regenerados por el Espíritu Santo, resulta incompatible y antibíblico, que no abramos nuestros corazones en un acto de voluntad consciente para abrazar una vida de santidad.
La santidad es el más grande atributo de Dios y es la norma de vida y conducta del cristiano y debe verse no sólo en lo que concierne a nuestra relación con Dios, sino también con nuestro prójimo. Nosotros, quienes hemos sido alcanzados por la gracia y la misericordia de Dios al reconocer a su hijo Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, tenemos en él la manera de vivir una vida de santidad. El propio Jesús dijo: Dios es luz y en él no hay nada de oscuridad. Por lo tanto, mentimos si afirmamos que tenemos comunión con Dios pero seguimos viviendo en oscuridad espiritual; no estamos practicando la verdad (1 Juan 1:5-6 NTV).
Cristo nos da en este versículo una perspectiva de la santidad de Dios que bien pudiera generar en el cristiano la conciencia del pecado que arrastramos como una asignatura pendiente que nunca vamos a aprobar con máximas calificaciones. La santidad nos abre el camino para experimentar a Dios a través de una relación renovada con él, pero también con el hombre y con todo lo que nos rodea. Debemos querer ser santos, separados para Dios. La santidad no se puede obtener automáticamente, ni de un día para otro. Cuando nacemos de nuevo a una vida en Cristo dejamos atrás nuestro pasado de condenación adámica. Cristo limpió todos nuestros pecados, los echó en el lodazal de las angustias para siempre, y renacemos como niños en las cosas espirituales; por eso necesitamos instrucción para aprender a caminar el hermoso camino de la santidad. Necesitamos crecer espiritualmente cada día pues somos llamados a santificarnos para la gloria de Dios.
El profeta Isaías dice sobre nuestro futuro de redención: “Y habrá allí calzada y camino, y será llamado camino de santidad; no pasará inmundo por él, sino que él mismo andará con ellos; el que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará”. Estamos llamados a reproducir la santidad de Dios en nuestras vidas, a renovar nuestras mentes, a despojarnos del viejo hombre y vestirnos del hombre creado en la justicia y la santidad según Dios. De nada vale intentar crecer en una buena relación con Dios y por otra parte demostrar en nuestra práctica cristiana que caminamos conforme a la carne, los vicios, la hipocresía, la inmoralidad. El nuevo hombre, conforme a la imagen de Cristo, debe renovarse en todo; en el conocimiento, en la conducta, en el ejercicio de la moral, en la práctica de la piedad, la compasión y el amor de los unos a los otros. Eso es santidad.
La santidad es la voluntad de Dios para tu vida. No hay otra opción. Transitar el camino de la santidad, consciente y enfocado en Cristo, nos traerá seguridad y paz. Cuando decidimos andar en santidad y desechar toda la contaminación y abominación del mundo, no solamente glorificamos a Dios, sino también somos usados por Él para su gloria. La obra del Espíritu de Dios es justamente hacernos santos si voluntariamente nos sometemos a Dios y a sus designios. El fruto del Espíritu en la vida cristiana es tu meta y la mía. Este producirá la santidad completa en nuestro ser en toda dimensión que será bendecida por el Espíritu de verdad. En este hermoso proceso de santificación guiados por el Espíritu de Dios vamos a encontrar la fuerza necesaria para desechar de nuestras vidas todo lo que nos separa de Él y comenzar a vivir una vida gloriosa, generosa, victoriosa y útil a los demás.
¡Dios les bendiga!