Un nuevo ADN para la eternidad
Faustino de Jesús Zamora VargasLa fe es la base de nuestra victoria en el campo espiritual. La victoria indiscutible de los cristianos es que Cristo está en nosotros. Estamos unidos a él por lazos espirituales irrompibles que nada ni nadie puede deshacer. Cristo es nuestra vida porque Él nos ha hecho partícipes de su naturaleza divina. Dios nos habla hoy y dice: “Así Dios nos ha entregado sus preciosas y magníficas promesas para que ustedes, luego de escapar de la corrupción que hay en el mundo debido a los malos deseos, lleguen a tener parte en la naturaleza divina.”(2 Pedro 1:4)
La Palabra es clara y usted ha leído bien. Usted y yo pertenecemos a la nación santa de Dios y por haber creído a Jesucristo por fe, hay dentro de nosotros un tipo de ADN especial que nos fue dado por Dios cuando nacimos de nuevo y nos convertimos en seres espirituales. Esta naturaleza nueva en Cristo es la que nos hace vencedores, no fueron nuestros esfuerzos ni los afanes personales por servirle consagradamente en nuestro caminar espiritual. El servicio a Cristo debe fluir de esa nueva naturaleza que Dios nos ha dado en su Hijo Amado y no por las compleja fórmula de “debo hacer o tengo que hacer tal cosa” para Dios. Hay una verdad sin dobleces: hemos sido aceptados por Cristo y no hace falta que te consumas para ganar más aprobación de tu dueño y Señor. Aprobación y aceptación son sinónimos de amor.
¿Es que somos cristianos y aún conservamos la naturaleza pecaminosa que se deleitaba con el pecado antes de recibir a Cristo? ¡Eso es imposible! O por lo menos la Biblia, en todas sus versiones, no lo dice así. No creo que el Espíritu Santo pueda sentirse cómodo dentro de nosotros habitando con una naturaleza pecaminosa. La naturaleza divina de Cristo en nosotros rechaza tenazmente los deseos de la carne, el cuerpo del viejo hombre que vivía en el desorden mundanal y que fue crucificado en la cruz de Cristo para que pudiéramos renacer vestidos de la belleza de la nueva criatura en la que él nos convirtió. No fue Ud. quien se convirtió a Cristo, fue Él quien lo hizo.
Lo cierto es que ni Ud. ni yo seguimos viviendo con una naturaleza pecaminosa si en realidad hemos experimentado un nuevo nacimiento y andamos en el Espíritu. ¿No sientes tristeza cuando cometes pecado? Estoy seguro que sí, pero este pesar, esta carga que sentimos cuando pecamos no procede de la supuesta naturaleza amante del pecado de aquel viejo hombre – o mujer – pecador, esclavo de las pasiones del mundo. ¡No! Nos sentimos así porque el pecado se contradice con la nueva naturaleza divina que Cristo nos ha dado, se rechazan, no pueden convivir juntos. La Palabra nos dice: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son ellas nuevas” (2 Corintios 5:17). El diablo quiere que pensemos que aunque salvos por la gracia de Dios, continuamos pecando porque aún pervive en nosotros una porción de la vieja naturaleza (el viejo hombre-mujer) que éramos antes de Cristo. Esa es una de las razones por las que, lamentablemente, muchos hermanos nuestros no han comprendido su nuevo nacimiento. Dios sigue hablando hoy: “Sabemos que nuestra vieja naturaleza fue crucificada con él para que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya no siguiéramos siendo esclavos del pecado; porque el que muere queda liberado del pecado” Romanos 6:6-7
Hermano y hermana míos, Dios nos ha hecho una nueva creación en Cristo. La nueva creación (criatura) no tiene pasado. ¡Es nueva y se goza en su creador! Nuestro pasado quedó sepultado en la cruz del Salvador. Desde allí hemos vuelto a nacer a una nueva vida donde ya no somos más esclavos del pecado. Cristo es el objeto de nuestra fe, el objetivo de esa fe es la eternidad. ¡Vivamos a Cristo con todo nuestro ser, seamos dignos de esa naturaleza Suya que nos ha dado como herencia eterna! Él decidió compartirla con sus hijos y nosotros debemos anunciarla para que otros conozcan Su mensaje de gracia y Salvación.
¡Dios te bendiga!