No se le puede pedir peras al olmo
Faustino de Jesús Zamora VargasUna maneras hermosa de glorificar a Dios es "dando frutos" para la extensión de su Reino. Quien no lleva frutos, no puede dar frutos porque no se puede dar lo que no se tiene. No se le puede pedir peras al olmo, dice un viejo refrán de la sabiduría popular. Llevar frutos es andar en la plenitud de Dios. Es andar confiado en la gloria de Dios en tu vida y que, aunque andes en valle de sombra de muerte, el Rey de los Pastores suplirá las carencias espirituales, renovará tus graneros y te dará consuelo en la tribulación. No somos perfectos, pero aun así podemos llevar frutos y dar frutos al Señor. ¡Qué gloria más hermosa cuando al dar frutos con nuestro testimonio y diligencia vemos a gente regenerada por el Espíritu Santo, familias y matrimonios restaurados que han sido influenciados por nuestra humilde y honrosa condición de cristianos redimidos!
No somos perfectos, pero en Cristo debemos y podemos llevar frutos y devolvérselos al Señor en acciones concretas para su gloria. No necesitamos ser líderes de ministerios, ni predicar con elocuencia, ni tener un vasto conocimiento de la Palabra; podemos incluso ser tímidos, inseguros y hasta cierto punto inconsistentes en nuestro carácter. Aun así, si disponemos el corazón para llevar y dar frutos para la honra de Dios, si con nuestro carácter cristiano influenciamos a los demás y somos impacto para el pecador perdido, entonces veremos la gloria de Dios en una vida ungida de bendiciones abundantes y le glorificamos a Él, quien es el incomparable Rey de la gloria. Glorificar a Dios tiene que ser nuestro estilo de vida.
La gloria de Dios debe ser el centro de nuestra visión en nuestro caminar con Cristo. Si quieres hacer una oración que agrade a Dios, dile con frecuencia: Señor, permite que todo lo que haga te glorifique, te exalte como Señor y Dios de todas las cosas creadas. Glorificar a Dios va más allá de nuestros momentos de alabanza y adoración en la congregación, sino más bien debe ser el estilo de vida de los cristianos. La Palabra de Dios nos habla con mucha más frecuencia de momentos, circunstancias, y actuaciones en que la gloria de Dios se manifestó a su pueblo por su obediencia, por su devoción en la oración, por hacer lo que le agrada y establece en sus estatutos.
Amados hermanos y hermanas, gloria significa hermosura, distinción, belleza. Jesús es nuestra gloria y reconocerlo a Él en todo lo que hacemos es una manera grandiosa de darle la gloria. Pelea con todas tus fuerzas esta carrera de la fe para que Dios produzca frutos en tu corazón que puedas ofrecerle en el altar de su gloria y el mundo irredento pueda ser alcanzado con el evangelio de la salvación. Si vives una vida de devoción a Dios, no diluyas la esperanza que Cristo ha puesto en ti en las tristes devociones del hombre de este mundo que anda buscando su propia gloria, su reconocimiento, sus depravados beneficios. Suplícale al Señor que te haga fructificar y da frutos. Sé ministro, discípulo, predicador y sanador de almas para la gloria de Dios. El apóstol Pedro nos exhorta de manera clara: “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos." (1 Pe. 4.11)
Nosotros, sus hijos debemos anhelar ver su gloria y a la vez glorificarle. Como el salmista exclamó, así nosotros hoy: "Te he visto en el santuario y he contemplado tu poder y tu gloria." (Salmo 63:2)
¡Dios te bendiga!