El desafío de crecer por medio de la adoración
Faustino de Jesús Zamora VargasLa adoración cambió mi vida, despertó en mi corazón una necesidad vital que nunca más he abandonado. Adorar a Dios cambió las perspectivas de mis sentimientos religiosos, me hizo crecer y experimentar de manera ostensible Su presencia. Años atrás el ministro de adoración de la iglesia a la que asistía me preguntó:- ¿Te gustaría ser parte del grupo de alabanza y adoración?- Siempre pensé que podía ser útil y servir en cualquier otro ministerio, pero, ¿en adoración, con apenas 55 años en las costillas y tanto talento joven en la iglesia? Sentí que la invitación venía de parte de Dios y me uní al grupo por más de tres años. Desde aquella plataforma, semana tras semana, aprendí que la adoración es solamente un asunto del corazón. También aprendí que la adoración no sólo se trata de la música y de entonar lindos cánticos al Señor.
La adoración al Dios viviente es uno de los privilegios cristianos que perdurará para siempre. Es poner en sintonía a nuestro espíritu con el Espíritu de Dios, es responder plenamente a las manifestaciones de Su gracia y presencia. Lo alabamos por lo que ha hecho, hace y hará; lo adoramos por lo que Él es: ¡santo, admirable, glorioso, digno de toda honra y honor! No hay fórmulas ni recetas para adorar, sino las que la propia Palabra de Dios nos dicta: en espíritu y en verdad (Juan 4:24), ofreciéndonos como sacrificio vivo en adoración espiritual (Ro 12:1). Así lo hizo Job, quien en medio de la prueba y del sufrimiento expresó: “Yo sé que mi redentor vive, y que al final triunfará sobre la muerte”. (Job 19.25). Una expresión de adoración auténtica si meditamos en las tribulaciones de Job; y una palabra profética que se cumplió en la cruz del Calvario.