Aceptar la voluntad de Dios - ¿Por qué nos cuesta?
Faustino de Jesús Zamora VargasUna cosa es recibir a Cristo y otra seguir a Cristo. Una cosa es celebrar la salvación y otra dar frutos en la salvación. Una cosa es nacer a una nueva vida y otra cosa es vivir la nueva vida.
Aun cuando en la Biblia el Señor nos enseña que la salvación es gratuita, seguir a Cristo es asombrosamente costoso, pero proporcionalmente, más glorioso. Qué pena que a veces hasta nosotros los cristianos lo olvidamos completamente. Nos conformamos a menudo con las boberías y promesas de este mundo y su cultura de exaltación a la autoestima, la autosuficiencia y la confianza en sí mismo y bajamos, sin darnos cuenta, a Cristo de la cruz, es decir, desestimamos el real valor de su sangre preciosa que nos hizo libres para siempre, hijos suyos hasta la eternidad. Pablo nos exhorta de parte de Dios: “No se amolden al mundo de hoy”, o lo que es igual, no imites ni te contamines con las locuras de este siglo. Y es que el mundo es un sistema de valores incompatibles con la manera y el diseño de vida que el Señor desea para nosotros. El mundo pretende amoldarnos, meternos en su propia horma para destruirnos y tenernos adormecidos para no darle la gloria a Dios. El mundo es un reino antagónico a Dios que se rige por los deseos de la carne y la vanagloria de la vida. El mundo, con su propia cultura, religiones y estilos de vida, camina en dirección opuesta a la gloria de Dios.
El evangelio es una moneda de una sola cara. El tiempo de “…ahora cierra los ojos, inclina tu rostro y repite esta oración después de mí” va dando paso a un evangelio más comprometido, más sufrido, menos edulcorado y definitivamente más bíblico. Un evangelio que tenga como espejo a la cruz de Cristo y no la prosperidad y las promesas falsas que nos quieren vender como garantía de una salvación que nada podemos hacer para ganarla, sino recibirla por gracia.
Si queremos conocer la voluntad de Dios, habrá que hacer sacrificios, someternos a Él, caminar con Él a espalda de las promesas de este mundo, de este siglo. Según la Enciclopedia Cristiana Mundial del año 1997 cada año mueren en el planeta más de 160 000 cristianos aproximadamente; mueren por Cristo, por no negar su fe, mueren víctimas del odio y la violencia, del fanatismo religioso que niega la soberanía del único salvador. Debemos honrar a esos mártires modernos del cristianismo con el testimonio de vidas verdaderamente transformadas. No podemos conformarnos a este siglo, ni al próximo. Muchos de nosotros vivimos un cristianismo con cierta comodidad. Somos rechazados, mas no perseguidos, somos ofendidos, pero no torturados. Ocupémonos de vivir con la mirada puesta en Cristo dando frutos de salvación, predicando el evangelio de la reconciliación con nuestro Padre Celestial. Usemos el regalo de la vida eterna para compartirlo a un mundo que se autodestruye por la codicia y el odio. Tú y yo tenemos mucho que compartir, mucho que brindar y siempre más que sacrificar por Cristo y por los demás. Esa es la voluntad de Dios, nuestra hermosa tarea y nuestra rica heredad. ¡Qué Dios nos ayude a ser dignos de éste privilegio!