Nueva Biblia Latinoamericana
Tu siervo está en medio de Tu pueblo al cual escogiste, un pueblo inmenso que no se puede numerar ni contar por su multitud. (1 Reyes 3:8)
Da, pues, a Tu siervo un corazón con entendimiento para juzgar a Tu pueblo y para discernir entre el bien y el mal. Pues ¿quién será capaz de juzgar a este pueblo Tuyo tan grande?" (1 Reyes 3:9)
Fue del agrado a los ojos del Señor que Salomón pidiera esto. (1 Reyes 3:10)
Y Dios le dijo: "Porque has pedido esto y no has pedido para ti larga vida, ni has pedido para ti riquezas, ni has pedido la vida de tus enemigos, sino que has pedido para ti inteligencia para administrar justicia,
he hecho, pues, conforme a tus palabras. Te he dado un corazón sabio y entendido, de modo que no ha habido ninguno como tú antes de ti, ni se levantará ninguno como tú después de ti. (1 Reyes 3:12)
También te he dado lo que no has pedido, tanto riquezas como gloria, de modo que no habrá entre los reyes ninguno como tú en todos tus días. (1 Reyes 3:13)
Y si andas en Mis caminos, guardando Mis estatutos y Mis mandamientos como tu padre David anduvo, entonces prolongaré tus días." (1 Reyes 3:14)

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1 Reyes 3:11 - Referencia Cruzada

Da, pues, a Tu siervo un corazón con entendimiento para juzgar a Tu pueblo y para discernir entre el bien y el mal. Pues ¿quién será capaz de juzgar a este pueblo Tuyo tan grande?" (1 Reyes 3:9)
Ustedes codician y no tienen, por eso cometen homicidio. Son envidiosos y no pueden obtener, por eso combaten y hacen guerra. No tienen, porque no piden. (Santiago 4:2)
Muchos dicen: "¿Quién nos mostrará el bien?" ¡Alza, oh SEÑOR, sobre nosotros la luz de Tu rostro! (Salmos 4:6)
Jesús le preguntó: "¿Qué deseas?" Ella Le dijo: "Ordena que en Tu reino estos dos hijos míos se sienten uno a Tu derecha y el otro a Tu izquierda." (Mateo 20:21)
La cabeza canosa es corona de gloria, Y se encuentra en el camino de la justicia. (Proverbios 16:31)
De la misma manera, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. No sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. (Romanos 8:26)