Nueva Biblia Latinoamericana
Y el rey dijo a Siba: "¿Para qué tienes esto?" Y Siba respondió: "Los asnos son para que monte la familia del rey, y el pan y la fruta de verano para que los jóvenes coman, y el vino para que beba cualquiera que se fatigue en el desierto." (2 Samuel 16:2)
Entonces el rey dijo: "¿Y dónde está el hijo de tu señor?" Y Siba respondió al rey: "Está en Jerusalén, pues ha dicho: 'Hoy la casa de Israel me devolverá el reino de mi padre.'" (2 Samuel 16:3)
Y el rey dijo a Siba: "Mira, todo lo que pertenece a Mefiboset es tuyo." Y Siba dijo: "Me inclino ante usted; que halle yo gracia ante sus ojos, oh rey, mi señor." (2 Samuel 16:4)
Al llegar el rey David a Bahurim, entonces, salió de allí un hombre de la familia de la casa de Saúl que se llamaba Simei, hijo de Gera. Cuando salió, iba maldiciendo,
y tiraba piedras a David y a todos los siervos del rey David, aunque todo el pueblo y todos los hombres valientes estaban a su derecha y a su izquierda. (2 Samuel 16:6)
Así decía Simei mientras maldecía: "¡Fuera, fuera, hombre sanguinario e indigno! (2 Samuel 16:7)
El SEÑOR ha hecho volver sobre ti toda la sangre derramada de la casa de Saúl, en cuyo lugar has reinado; el SEÑOR ha entregado el reino en mano de tu hijo Absalón. Aquí estás prendido en tu propia maldad, porque eres hombre sanguinario." (2 Samuel 16:8)

Otras publicaciones relacionadas con "2 Samuel 16:5":

Isaías Rivera
El Rey ha mandado Su carro para buscarte
La historia de Mefi-boset y cómo el Rey David lo acogió en su mesa a pesar de su discapacidad, enseñando la importancia de reconocer el valor humano y ofrecer protección y seguridad.


Mick Da Silva
Salir de Lodebar, el lugar del sufrimiento
Reflexión sobre la historia de Mefi-boset y cómo fue restaurado por el rey David, invitando a aquellos que están lejos del Señor a restaurar su vida y comunión con Dios.


2 Samuel 16:5 - Referencia Cruzada

Ni aun en tu recámara maldigas al rey, Ni en tus alcobas maldigas al rico, Porque un ave de los cielos llevará el rumor, Y un ser alado hará conocer el asunto. (Eclesiastés 10:20)
Después el rey envió a llamar a Simei, y le dijo: "Edifícate una casa en Jerusalén, vive ahí y no salgas de allí a ninguna parte. (1 Reyes 2:36)
Maldigan ellos, pero Tú bendice; Cuando se levanten, serán avergonzados, Pero Tu siervo se alegrará. (Salmos 109:28)
Mira, contigo está Simei, hijo de Gera, el Benjamita de Bahurim; él fue el que me maldijo con una terrible maldición el día que yo iba a Mahanaim. Pero cuando descendió a mi encuentro en el Jordán, le juré por el SEÑOR, diciendo: "No te mataré a espada." (1 Reyes 2:8)
Pero un muchacho los vio y avisó a Absalón; así que los dos salieron rápidamente y fueron a la casa de un hombre en Bahurim que tenía un pozo en su patio, al cual descendieron. (2 Samuel 17:18)
Porque han perseguido al que ya Tú has herido, Y cuentan del dolor de aquéllos que Tú has traspasado. (Salmos 69:26)
No maldecirás a Dios, ni maldecirás al príncipe de tu pueblo. (Éxodo 22:28)
Pero su esposo fue con ella, llorando mientras iba, y la siguió hasta Bahurim. Entonces Abner le dijo: "Ve, vuélvete." Y Paltiel se volvió. (2 Samuel 3:16)
Porque él no se acordó de mostrar misericordia, Sino que persiguió al afligido, al necesitado Y al de corazón decaído para matarlos . (Salmos 109:16)
Y el rey y todo el pueblo que iba con él llegaron al Jordán fatigados, y allí descansaron. (2 Samuel 16:14)
Bienaventurados serán cuando los insulten y persigan, y digan todo género de mal contra ustedes falsamente, por causa de Mí. (Mateo 5:11)
Y el Filisteo dijo a David: "¿Acaso soy un perro, que vienes contra mí con palos?" Y el Filisteo maldijo a David por sus dioses. (1 Samuel 17:43)
Entonces Simei, hijo de Gera, el Benjamita que era de Bahurim, se dio prisa y descendió con los hombres de Judá al encuentro del rey David. (2 Samuel 19:16)
Como el gorrión en su vagar y la golondrina en su vuelo Así la maldición no viene sin causa. (Proverbios 26:2)
Y pasarán por la tierra oprimidos y hambrientos. Y sucederá que cuando tengan hambre, se enojarán y maldecirán a su rey y a su Dios, volviendo el rostro hacia arriba. (Isaías 8:21)