Nueva Biblia Latinoamericana
Así habló Moisés a Aarón, a sus hijos y a todos los Israelitas. (Levítico 21:24)
Entonces el SEÑOR habló a Moisés: (Levítico 22:1)
Dile a Aarón y a sus hijos que tengan cuidado con las cosas sagradas que los Israelitas Me consagran, para que no profanen Mi santo nombre. Yo soy el SEÑOR. (Levítico 22:2)
Diles: 'Si alguien de entre sus descendientes en todas sus generaciones, se acerca a las cosas sagradas que los Israelitas consagran al SEÑOR, estando inmundo, esa persona será eliminada de Mi presencia. Yo soy el SEÑOR.
Ningún varón de los descendientes de Aarón que sea leproso, o que tenga flujo, podrá comer de las cosas sagradas hasta que sea limpio. Y si alguien toca alguna cosa contaminada por un cadáver, o si un hombre tiene una emisión seminal, (Levítico 22:4)
si alguien toca ciertos animales por los cuales se pueda contaminar, o a cualquier hombre que lo contamine, cualquiera que sea su inmundicia. (Levítico 22:5)
La persona que toque a cualquiera de éstos quedará inmunda hasta el atardecer; no comerá de las cosas sagradas a menos que haya lavado su cuerpo con agua. (Levítico 22:6)

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Levítico 22:3 - Referencia Cruzada

Mi presencia irá contigo , y Yo te daré descanso," le contestó el SEÑOR. (Éxodo 33:14)
Cualquiera que toque un cadáver, el cuerpo de un hombre que ha muerto, y no se purifique a sí mismo, contamina el tabernáculo (la morada) del SEÑOR; y esa persona será eliminada de Israel. Será inmundo porque el agua para la impureza no se roció sobre él; su impureza aún permanece sobre él. (Números 19:13)
Me darás a conocer la senda de la vida; En Tu presencia hay plenitud de gozo; En Tu diestra hay deleites para siempre. (Salmos 16:11)
Pero la persona que coma la carne del sacrificio de las ofrendas de paz que pertenecen al SEÑOR, estando inmunda, esa persona será exterminada de entre su pueblo. (Levítico 7:20)
Entonces dirá también a los de Su izquierda: 'Apártense de Mí, malditos, al fuego eterno que ha sido preparado para el diablo y sus ángeles. (Mateo 25:41)
Estos sufrirán el castigo de eterna destrucción, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de Su poder, (2 Tesalonicenses 1:9)
No me eches de Tu presencia, Y no quites de mí Tu Santo Espíritu. (Salmos 51:11)