El desafío de crecer a través de la humillación
Faustino de Jesús Zamora Vargas¡Te perdono, pero no voy a olvidar la ofensa! Así es. ¡Qué misterio más grande el de esta conducta humana! Perdonamos (aparentemente), pero queda clavada esa espinita malsana del resentimiento
y la amargura y decidimos voluntariamente no olvidar, dejar guardado en algún rinconcito del corazón el insulto, el supuesto ultraje que conmovió la estima, el honor, la vergüenza...el testimonio cristiano. No, no lo podré olvidar. Y así pasa el tiempo y la arrogancia y el orgullo se enseñorean del alma y dan paso a la soberbia, a la ira, en fin, al pecado.-No, no puedo siquiera escuchar ese nombre, ni soportar su presencia, me exaspera oír su voz, lo perdoné, pero me resulta muy difícil soportarlo-.Situaciones como estas y expresiones similares dentro del pueblo de Dios, no son muy extrañas, aunque parezca mentira.