La sumisión no es algo que se exige sino que se otorga
Faustino de Jesús Zamora VargasEl hombre natural se levanta cada mañana con el fusil en ristre dispuesto a disparar a mansalva, sin reparos ni advertencias, contra el ser humano que convive con él. Todo porque en su cosmovisión el Dios creador del Universo no llena el nicho vacío de sus soledades, frustraciones y aflicciones. El adagio de someterse a Dios suena a humillación, degradación, ignominia y afrenta. La fórmula de someterse a otro huele a resquebrajamiento de la virtud.
Si la sumisión a Dios es un asunto serio para el discípulo de Cristo, el someternos a otro u otros le confiere a la química evangélica un valor de fórmula difícil de resolver. No podemos esperar que otros se sometan a nosotros usando constantes recordatorios de que deben hacerlo porque así lo dice la Biblia. Cristo jamás les recordó a sus discípulos que debían someterse a Él. Su ejemplo y estilo de vida eran suficientes. Todos ellos comprendieron que la sujeción era un elemento indispensable para una relación transparente con su Maestro. La sumisión no es algo que se exige sino que se otorga.
¿Y qué de en el temor de Dios? Quizás no somos propensos a practicar la sumisión porque no somos capaces de ver en la otra persona actitudes que merezcan nuestra sumisión. El apóstol Pablo precisa que la imagen de la otra persona no es lo que debe de inspirarnos a la hora de practicar la sumisión, sino Dios, que debemos hacerlo por temor a Dios. Su propio Hijo, nuestro Señor y Salvador Jesucristo, es el más perfecto ejemplo de sumisión absoluta a la voluntad de su Padre, que es también el nuestro.
Estoy convencido de que la aflicción del mundo es por falta de ambas cosas; no existe el temor a Dios, por tanto no hay sumisión a Él; ni hemos aprendido aún a someternos los unos a los otros en el temor de Dios. Necesitamos aprender mucho sobre esta teología…para poder escuchar su voz con mayor claridad. La tesitura de su voz no es lo que importa, sino nuestra disposición espiritual para hacerla realidad en nuestras vidas. Entonces la sumisión llevará gloria y elevará honra a Su nombre e irremisiblemente nos dará poder.
Si escuchaste hoy su voz, ¡contéstale! Recuerda que una vida sin oración es una vida sin Dios. Mil bendiciones.