Libres del temor
Nancy G. MarquezEl Rey David escribió el Salmo 56 cuando los filisteos le prendieron en Gat. No hay que ser expertos en Salmos para entender que David estaba en apuros, desesperado, lamentándose, por cuanto había sido aprisionado; estaba como una paloma en un lugar muy distante y que no puede hablar porque le han cerrado la boca. Así se encontraba David; pero en medio de esa situación el supo confiar en Dios.
Lo que surge dentro de su ser es un cántico, pero no de quejas, sino de confianza. El verso 3 expresa lo siguiente: "En el día que temo, yo en ti confío". Esto nos enseña que no hay nada de malo en sentirnos temerosos. Los temores nos rodean y tocan a la puerta de nuestro corazón cada día. La clave de todo estriba en que mantengamos la confianza en Dios.
Siempre hay que confiar en Dios, pero como dijera David: aún en el día que tememos quedarnos solos, en el día que sentimos la traición cerca, en el día que no sabemos por qué nos suceden estas cosas, es en ese día que nuestra confianza en Dios no debe menguar, sino mantenerse firme sabiendo en Quién hemos creído. De esto se trata, amados míos, de enviar la fe delante para guardar nuestros corazones de temores. La duda se combate con la fe; también el temor se combate con la fe.
¡Cuando el temor toque a su puerta, envíe la fe a abrir por usted, y encontrará que no había nadie!