El poder que nace de la fragilidad
Dr. Roberto MirandaToda oración, todo acercamiento efectivo del ser humano hacia Dios, en una manera u otra nace de un sentido de esencial impotencia de parte de la persona que ora. La oración siempre será el producto de un reconocimiento de que no tenemos lo que se requiere, de que carecemos de la sabiduría, la fuerza, la solución, los recursos, que necesitamos.
La oración siempre surge de un hombre o una mujer que se mira a sí mismo y dice, “No sé qué hacer; no tengo lo que necesito. No está dentro de mí lo que se requiere para vencer en esta situación”. Pero la oración siempre va más allá de ese reconocimiento inicial de insuficiencia. Después de admitir su impotencia, la persona que cree vuelve los ojos hacia Dios, extiende sus manos, y abre su alma en expectativa de la respuesta misericordiosa del Padre celestial. En seguida vienen a la mente las palabras del salmo 123: