Es importante que nuestras oraciones manifiesten un alto nivel de intensidad, compromiso y enfoque
Dr. Roberto MirandaEn el siglo dieciséis, el gran reformador escocés John Knox exclamó al Señor en una de sus oraciones a favor de su nación: “¡Dame Escocia o me muero!” Ese es el tipo de oración desesperada que Dios se ha complacido en honrar a través de los siglos, y que siempre ha extraído poder de parte del trono de la gracia. A veces Dios permite que nos encontremos contra la espada y la pared para que se suscite en nosotros la postura de fe concentrada que provoque de parte del cielo la respuesta que esperamos. Frecuentemente, las dilaciones y silencios de Dios forman parte de su trato en nuestras almas, para depurarnos de todo lo que contamina nuestras peticiones y les quita fuerza e intensidad.
En Jeremías 29:12, Dios les promete a los hebreos exiliados en Babilonia que al final de setenta años de disciplina y tratamiento espiritual sus oraciones finalmente alcanzarán Su trono, porque habrán adquirido esa cualidad de total entrega y concentración: “Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado por vosotros, dice Jehová”. Es precisamente esa pasión, ese estado de definición y lucidez en cuanto a lo que estamos pidiendo, lo que nos permite ser claros y precisos en la presentación de nuestras peticiones. ¡Cuando nuestra pasión adquiere intensidad al rojo vivo, nuestra acción y nuestra petición poseerán esa cualidad definida que tanto le agrada a Dios! Muchas veces a través de la Escritura vemos que es precisamente ese tipo de acción apasionada la que genera una decisión favorable de parte del cielo.