Acción y pasión en la oración
Dr. Roberto MirandaFrecuentemente, nuestras oraciones tienen que estar acompañadas de acciones audaces que las refuercen y respalden. Dios espera que oremos, y que entonces nos lancemos a ejecutar lo que hemos pedido como si ya esto fuera una realidad. Santiago dice que la fe sin obras es muerta.
Además, nuestras oraciones deben ser expresadas de manera que expresen pasión y compromiso con lo que estamos pidiendo. Dios no responde a oraciones indiferentes y meramente formales. Por otra parte, lo conmueven oraciones apasionadas y audaces.
En el caso de Bartimeo el ciego, en Marcos 10:46-52, vemos esos tres elementos de pasión, acción y petición claramente ilustrados. Cuando Bartimeo oye que Jesús está pasando cerca de él, instintivamente sabe que tendrá una sola oportunidad para recibir el milagro que tan desesperadamente necesita. Todo el dolor que ha acumulado durante décadas de ceguera y miseria se vierte en un grito de apasionada petición al Señor: “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!” En ese momento, a Bartimeo no le importan las recriminaciones ni las críticas de la gente. No le importa que esté haciendo el ridículo gritándole como un loco a un Jesús que al principio no parece hacerle caso. Sólo se deja guiar por su pasión, su ardiente deseo de escapar su triste condición de mendigo y de ciego. Esto lo lleva a una acción desesperada, a violar todas las reglas de la etiqueta y la decencia, a gritar hasta ser escuchado, e imponerse sobre la agenda de Jesús a pesar de las reprensiones de los discípulos, quienes lo mandaban insistentemente a callarse.
Cuando el Señor se detiene y lo manda a llamar, motivado por la acción persistente y atrevida de Bartimeo, le hace una pregunta intrigante: “¿Qué quieres que te haga?” ¿Por qué le hace esa pregunta innecesaria? ¡Es evidente que lo que Bartimeo necesita es recibir la vista! A Dios le gusta escuchar nuestras peticiones verbalizadas, declaradas en forma clara y específica, nacidas de un corazón que las ha incubado y acendrado a través del tiempo, que las ha ido concentrando y reduciendo por medio de la repetición y el cultivo hasta llevarlas al punto de convertirlas en una piedrecita lisa, súper concentrada y ultra densa. Cuando le presentamos al Señor ese humilde pero poderoso producto de nuestras lágrimas y desvelos, instantáneamente este suscita la reacción positiva de parte del cielo. Bartimeo le contesta al Señor sin titubear: “Maestro, que recobre la vista”. Cinco palabras. Pero más que suficiente para provocar la respuesta ansiada de parte de Jesús: “Vete, tu fe te ha salvado”. Dice la palabra que “En seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino”.