Encuentra el eje espiritual para tus peticiones
Dr. Roberto MirandaEn la jornada de fe, hay ocasiones en que el creyente tiene que buscar lo que yo llamo el eje espiritual, el punto de apoyo escritural, desde donde sea posible afincarse, para desde allí emprender la batalla que está por delante. Puede ser un texto de la palabra de Dios; puede ser una promesa que Dios haya susurrado a nuestro corazón; puede ser una palabra profética que hayamos recibido. De todas maneras, como hemos dicho antes con respecto a la oración, es importante que el creyente busque y descubra la declaración específica de Dios para cualquier batalla que haya de librar, y que aprenda a “pararse” sobre lo que Dios ha dicho concerniente a su situación particular.
Por eso es tan importante que aprendas bien la Palabra de Dios, y que cuando seas confrontado con un reto en la vida, o asumas una lucha, una jornada, una aventura espiritual, puedas encontrar esa palabra específica en la Biblia que tiene que ver con el drama personal que estás viviendo. Y cuando Dios dé esa palabra rhema a tu espíritu, recíbela y haz de ella tu bandera. Conviértela en el lema de tu batalla. Medita en ella constantemente; presenta tus peticiones en términos de su contenido; satura tu espíritu con las imágenes que de ella emanan; repítela una y otra vez hasta que tu espíritu se haya empapado de su mensaje y haya extraído de ella todos los nutrientes espirituales que encierra.
En ocasiones Dios me ha hablado así. Mientras he estado leyendo la Biblia, un texto particular como que ha cobrado relieve en mi ser interior, y ha adquirido tres dimensiones dentro de mi espíritu. Y Dios me ha dicho: “Ese es el texto que quiero que uses para desatar y canalizar el poder de mi Espíritu en esta jornada específica que has emprendido”.
La mujer sirofenicia se le acercó a Jesús con una petición desesperada. Su hija estaba gravemente afectada por un espíritu inmundo. ¿Podría él liberarla de su aflicción? El Señor le respondió para probarla con una palabra descorazonadora y hasta levemente insultante: su etnicidad la descalificaba. No era bueno dar la comida de los hijos (los judíos) a los perrillos (gentiles como ella y su hija). “Sí, Señor,” respondió ella humildemente. “Pero aun los perrillos debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos”.
Impactado por esa respuesta tan astuta, tan específica y tan llena de fe, el Señor le dijo: “Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija”. ¡La mujer encontró la palabra específica que desató el poder sanador de Jesús! “Se paró” sobre esa respuesta, y reformuló su caso empleando la misma imagen que el Señor había utilizado para rechazarla. El Maestro no tuvo otro remedio que premiar con una respuesta afirmativa el contundente argumento espiritual que ella le planteó.