El valor de la iglesia en un mundo en ruinas espirituales
Faustino de Jesús Zamora VargasRecientemente celebramos el primer aniversario de la iglesia donde me congrego junto a mi familia. Entre los invitados había algunos vecinos; unos incrédulos y otros prosélitos de las religiones afrocubanas tan extendidas en mi país. Pero allí estaban por la gracia de Dios.
Como no tenemos templo, alquilamos a una vecina un pequeño local a cielo abierto y allí mismo celebramos con gratitud al Señor por nuestro primer año de vida. Un joven, representando su ministerio, cantó “Yo quiero una iglesia”, del adorador René González y lo que no sabíamos es que Dios tenía un hermoso propósito ese día para su pueblo allí congregado. La lluvia que Dios mandó en medio del sermón del predicador invitado hizo que nos apiñáramos todos en el único espacio techado que tenía el local. Allí, en una masa apretada que intentaba no mojarse, apretujó el Señor a cristianos y a no cristianos. ¡Qué simbolismo!