Nueva Biblia Latinoamericana
Cuando Pedro subió a Jerusalén, los que eran de la circuncisión (Judíos Cristianos) le reprocharon: (Hechos 11:2)
Tú entraste en casa de incircuncisos y comiste con ellos." (Hechos 11:3)
Entonces Pedro comenzó a explicarles en orden lo sucedido : (Hechos 11:4)
Estaba yo en la ciudad de Jope orando, y vi en éxtasis una visión: un objeto semejante a un gran lienzo que descendía, bajado del cielo por las cuatro puntas, y vino hasta mí.
Cuando fijé mis ojos en él y lo observaba, vi cuadrúpedos terrestres, fieras, reptiles y aves del cielo. (Hechos 11:6)
También oí una voz que me decía: 'Levántate Pedro, mata y come.' (Hechos 11:7)
Pero yo dije: 'De ninguna manera, Señor, porque nada impuro o inmundo ha entrado jamás en mi boca.' (Hechos 11:8)

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Hechos 11:5 - Referencia Cruzada

Al día siguiente, mientras ellos iban por el camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea a orar como al mediodía. (Hechos 10:9)
Cuando regresé a Jerusalén y me hallaba orando en el templo, caí en un éxtasis, (Hechos 22:17)
Entonces miré que una mano estaba extendida hacia mí, y en ella había un libro (un rollo). (Ezequiel 2:9)
y El me preguntó: "¿Qué ves, Amós?" "Una canasta de fruta de verano," respondí. Entonces el SEÑOR me dijo: "Ha llegado el fin para Mi pueblo Israel. Ya no volveré a dejarlos sin castigo. (Amós 8:2)
Había en Damasco cierto discípulo llamado Ananías; y el Señor le dijo en una visión: "Ananías." "Aquí estoy, Señor," contestó él. (Hechos 9:10)
Vino entonces a mí la palabra del SEÑOR: "¿Qué ves tú, Jeremías?" "Veo una vara de almendro," respondí. (Jeremías 1:11)
Esto me mostró el Señor DIOS: El Señor DIOS llamaba para juzgarlos con fuego, y consumió el gran abismo y empezó a consumir el campo. (Amós 7:4)
Estaba yo en la ciudad de Jope orando, y vi en éxtasis una visión: un objeto semejante a un gran lienzo que descendía, bajado del cielo por las cuatro puntas, y vino hasta mí. (Hechos 11:5)
El gloriarse es necesario, aunque no es provechoso. Pasaré entonces a las visiones y revelaciones del Señor. (2 Corintios 12:1)