Un Dios más grande que todos los problemas
Faustino de Jesús Zamora VargasQue tire la primera piedra el que diga que no tiene problemas. Los problemas son normales y cotidianos, son partes de la vida, nos acompañan a todos lados; al trabajo, al hogar…aun a la iglesia. La soberanía de Dios abarca todos esos problemas y su gracia es suficiente para darnos aliento ante cualquier dificultad. Dios dice "No temas, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo soy tu Dios"
(Isaías 41.10ª).
Sin embargo el temor, las preocupaciones, la culpa, la angustia, entre otros, son siempre ladrones del bienestar espiritual y del gozo del Señor. El Espíritu Santo que habita en el interior del cristiano es responsable, si este lo permite, de transformar los sentimientos negativos y llevarlos a la sumisión de Cristo para hacernos mejor y permanecer en él. Dice el Señor: “Yo habito en lo alto y santo, y también con el contrito y humilde de espíritu, para vivificar el espíritu de los humildes y para vivificar el corazón de los contritos” (Isaías 57.15). Es que Dios nunca se equivoca. Al poner en boca de Jesucristo la inevitable realidad de que en el mundo habría aflicciones y angustias, querámoslo o no, sabía de antemano que con la prueba nos daría la salida (1 Co 10.13); que con el lloro se afirmará el gozo; que los problemas abaten, pero él nos lleva de su mano. “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti. (Isaías 43.2)