Nueva Biblia Latinoamericana
Pero el que ha oído y no ha hecho nada, es semejante a un hombre que edificó una casa sobre tierra, sin echar cimiento; y el torrente dio con fuerza contra ella y al instante se desplomó, y fue grande la ruina de aquella casa." (Luke 6:49)
Cuando terminó todas Sus palabras (todo Su discurso) al pueblo que Le oía, Jesús se fue a Capernaúm. (Luke 7:1)
Y el siervo de cierto centurión, a quien éste apreciaba mucho, estaba enfermo y a punto de morir. (Luke 7:2)
Al oír hablar de Jesús, el centurión envió a El unos ancianos de los Judíos, pidiendo que viniera y salvara (sanara) a su siervo.
Cuando ellos llegaron a Jesús, Le rogaron con insistencia, diciendo: "El centurión es digno de que le concedas esto; (Luke 7:4)
porque él ama a nuestro pueblo (nuestra nación) y fue él quien nos edificó la sinagoga." (Luke 7:5)
Jesús iba con ellos, pero cuando ya no estaba lejos de la casa, el centurión envió a unos amigos, diciendo: "Señor, no te molestes más, porque no soy digno de que Tú entres bajo mi techo; (Luke 7:6)

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Omar Soto
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The sermon discusses the importance of having genuine intentions when approaching God and aligning our lives with His desires. Using examples from the stories of the centurion and the paralytic in Luke 7 and 5 respectively, the sermon emphasizes the need to avoid mixed motives and conflicting intentions when seeking a relationship with God.


Dr. Roberto Miranda
Pray with such faith that it is no longer necessary to pray
The article discusses the power of prayer and the simplicity of approaching God with faith and trust. It highlights the story of the centurion in the Bible and encourages readers to have a contrite and humiliated heart when approaching God.


Luke 7:3 - Cross Reference

Al entrar Jesús en Capernaúm, se acercó un centurión y Le suplicó: (Matthew 8:5)
te ruego por mi hijo Onésimo, a quien he engendrado en mis prisiones; (Philemon 1:10)
En ese momento un hombre de la multitud gritó: "Maestro, Te suplico que veas a mi hijo, pues es el único que tengo, (Luke 9:38)
Entonces llegó un hombre llamado Jairo, que era un oficial de la sinagoga. Cayendo a los pies de Jesús, Le rogaba que entrara a su casa; (Luke 8:41)
Cuando él oyó que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue a Su encuentro y Le suplicaba que bajara y sanara a su hijo, porque estaba al borde de la muerte. (John 4:47)