Nueva Biblia Latinoamericana
Entonces le dijo el SEÑOR: "Esta es la tierra que juré dar a Abraham, a Isaac y a Jacob: 'Yo la daré a tu descendencia.' Te he permitido verla con tus ojos, pero no pasarás a ella." (Deuteronomio 34:4)
Y allí murió Moisés, siervo del SEÑOR, en la tierra de Moab, conforme a la palabra del SEÑOR. (Deuteronomio 34:5)
Y El lo enterró en el valle, en la tierra de Moab, frente a Bet Peor; pero nadie sabe hasta hoy el lugar de su sepultura. (Deuteronomio 34:6)
Aunque Moisés tenía 120 años cuando murió, no se habían apagado sus ojos, ni había perdido su vigor.
Los Israelitas lloraron a Moisés por treinta días en la llanura de Moab; así se cumplieron los días de llanto y duelo por Moisés. (Deuteronomio 34:8)
Y Josué, hijo de Nun, estaba lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés había puesto sus manos sobre él; y los Israelitas le escucharon e hicieron tal como el SEÑOR había mandado a Moisés. (Deuteronomio 34:9)
Desde entonces no ha vuelto a surgir en Israel un profeta como Moisés, a quien el SEÑOR conocía cara a cara, (Deuteronomio 34:10)

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Deuteronomio 34:7 - Referencia Cruzada

Pasados cuarenta años, SE LE APARECIO UN ANGEL EN EL DESIERTO DEL MONTE Sinaí, EN LA LLAMA DE UNA ZARZA QUE ARDIA. (Hechos 7:30)
Este hombre los sacó, haciendo prodigios y señales (milagros) en la tierra de Egipto, en el Mar Rojo y en el desierto por cuarenta años. (Hechos 7:36)
El SEÑOR me ha permitido vivir, tal como prometió, estos cuarenta y cinco años, desde el día en que el SEÑOR habló estas palabras a Moisés, cuando Israel caminaba en el desierto; así que ahora tengo ochenta y cinco años. (Josué 14:10)
y les dijo: "Hoy tengo 120 años; ya no puedo ir ni venir, y el SEÑOR me ha dicho: 'No pasarás este Jordán.' (Deuteronomio 31:2)
Pero cuando iba a cumplir la edad de cuarenta años, sintió en su corazón el deseo de visitar a sus hermanos, los Israelitas. (Hechos 7:23)
Los ojos de Israel estaban tan débiles por la vejez que no podía ver. Entonces José se los acercó, y él los besó y los abrazó. (Génesis 48:10)
Y aconteció que siendo ya viejo Isaac, y sus ojos demasiado débiles para ver, llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo: "Hijo mío." "Aquí estoy," le respondió Esaú. (Génesis 27:1)