Fui, pues, y lo escondí junto al Eufrates como el SEÑOR me había mandado.
(Jeremías 13:5)Después de muchos días el SEÑOR me dijo: "Levántate, vete al Eufrates y toma de allí el cinturón que te mandé que escondieras allá."
(Jeremías 13:6)Fui, pues, al Eufrates y cavé, tomé el cinturón del lugar donde lo había escondido, y resultó que el cinturón estaba podrido; no servía para nada.
(Jeremías 13:7)Entonces vino a mí la palabra del SEÑOR:
Así dice el SEÑOR: 'De la misma manera haré que se pudra la soberbia de Judá y la gran soberbia de Jerusalén.
(Jeremías 13:9)Este pueblo malvado, que rehúsa escuchar Mis palabras, que anda en la terquedad de su corazón y se ha ido tras otros dioses a servirles y a postrarse ante ellos, ha de ser como este cinturón que no sirve para nada.
(Jeremías 13:10)Porque como el cinturón se adhiere a la cintura del hombre, así hice adherirse a Mí a toda la casa de Israel y a toda la casa de Judá,' declara el SEÑOR, 'a fin de que fueran para Mí por pueblo y por renombre, para alabanza y para gloria, pero no escucharon (obedecieron).'
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