Nueva Biblia Latinoamericana
Así José halló gracia ante sus ojos y llegó a ser su siervo personal, lo hizo mayordomo sobre su casa y entregó en su mano todo lo que poseía. (Génesis 39:4)
Y sucedió que desde el tiempo que lo hizo mayordomo sobre su casa y sobre todo lo que poseía, el SEÑOR bendijo la casa del Egipcio por causa de José. La bendición del SEÑOR estaba sobre todo lo que poseía en la casa y en el campo. (Génesis 39:5)
Así que todo lo que poseía lo dejó en mano de José, y con él allí no se preocupaba de nada, excepto del pan que comía. Y era José de gallarda figura y de hermoso parecer. (Génesis 39:6)
Sucedió después de estas cosas que la mujer de su amo miró a José con deseo y le dijo: "Acuéstate conmigo."
Pero él rehusó y dijo a la mujer de su amo: "Estando yo aquí, mi amo no se preocupa de nada en la casa, y ha puesto en mi mano todo lo que posee. (Génesis 39:8)
No hay nadie más grande que yo en esta casa, y nada me ha rehusado excepto a usted, pues es su mujer. ¿Cómo entonces podría yo hacer esta gran maldad y pecar contra Dios?" (Génesis 39:9)
Y ella insistía a José día tras día, pero él no accedió a acostarse con ella o a estar con ella. (Génesis 39:10)

Otras publicaciones relacionadas con "Génesis 39:7":

Gregory Bishop
Cuando Dios no hace lo que queremos
En estos tres sermones se habla sobre la confianza en Dios y cómo debemos estar dispuestos a aceptar su plan, aunque a veces nos escandalice o no lo entendamos completamente. Se mencionan ejemplos de la Biblia y se invita a los oyentes a someterse a la voluntad de Dios y confiar en su sabiduría, para que puedan experimentar la paz y el poder en sus vidas.


Fanny Rodríguez
Dios ya te ha perdonado - ahora perdónate a ti mismo
Artículo sobre la importancia del perdón propio y la capacidad de perdonar, basado en la historia de José en la Biblia. Se destaca la importancia de la comunicación continua con Dios y la certeza de su presencia en la vida para lograr perdonar y perdonarse a uno mismo.


Génesis 39:7 - Referencia Cruzada

En tus prostituciones eras distinta de las otras mujeres: nadie te solicitaba para fornicar; tú dabas la paga, pero a ti ninguna paga se te daba. Eras distinta." (Ezequiel 16:34)
Aparta mis ojos de mirar la vanidad, Y vivifícame en Tus caminos. (Salmos 119:37)
Se apasionó de los Asirios, gobernadores y oficiales, vecinos suyos, lujosamente vestidos, jinetes montados a caballo, todos ellos jóvenes apuestos. (Ezequiel 23:12)
Hice un pacto con mis ojos, ¿Cómo podía entonces mirar a una virgen? (Job 31:1)
La discreción te librará de la mujer extraña, De la desconocida que lisonjea con sus palabras, (Proverbios 2:16)
¡Mujer adúltera, que en lugar de su marido recibe a extraños! (Ezequiel 16:32)
No sea que des tu vigor a otros Y tus años al cruel; (Proverbios 5:9)
los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran hermosas, y tomaron para sí mujeres de entre todas las que les gustaban. (Génesis 6:2)
Tienen los ojos llenos de adulterio y nunca cesan de pecar. Seducen a las almas inestables. Tienen un corazón ejercitado en la avaricia; son hijos de maldición. (2 Pedro 2:14)
Cuando ella se las llevó para que comiera, él le echó mano, y le dijo: "Ven, acuéstate conmigo, hermana mía." (2 Samuel 13:11)
Pero Yo les digo que todo el que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su corazón. (Mateo 5:28)
Así que ella lo agarra y lo besa, Y descarada le dice: (Proverbios 7:13)
Por eso he salido a encontrarte, Buscando tu rostro con ansiedad, y te he hallado. (Proverbios 7:15)
Aholá se prostituyó cuando era Mía; y se apasionó de sus amantes, los Asirios, vecinos suyos, (Ezequiel 23:5)
Porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los ojos, y la arrogancia de la vida (las riquezas), no proviene del Padre, sino del mundo. (1 Juan 2:16)
En toda cabecera de camino te edificaste tu lugar alto, e hiciste abominable tu hermosura. Te entregaste a todo el que pasaba y multiplicaste tu prostitución. (Ezequiel 16:25)
Por eso fueron detenidas las lluvias, Y no hubo lluvia de primavera; Pero tú tenías frente de ramera, No quisiste avergonzarte. (Jeremías 3:3)