No sólo Dios, sino la vida misma, respeta y respalda a la persona decidida
Dr. Roberto MirandaTodos hemos oído la expresión “quemar las velas”, la cual se refiere a hacer una decisión que nos compromete, y que no nos permite la opción de volver atrás. Se refiere, originalmente a la mítica decisión del conquistador español Hernán Cortés, quien supuestamente ordenó quemar los barcos en que él y sus hombres habían llegado a Veracruz, México, para iniciar la conquista del imperio azteca. Al eliminar la posibilidad de una vía de escape, Cortés esperaba fortalecer la resolución de sus hombres y así aumentar la posibilidad de una victoria en circunstancias muy desfavorables.
La Biblia nos muestra una y otra vez hombres y mujeres decididos que toman decisiones desesperadas en el nombre del Señor, y que siempre terminan arrancándole la victoria a las garras de la derrota. Pienso en Ester, quien opta por seguir a su suegra y comprometer su destino con ella, aunque esta se siente derrotada e insiste en aclararle que no tiene nada que ofrecerle. Las palabras de Rut todavía resultan inspiradoras: “No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos” (Rut 1:16 y 17). Dice el relato que “viendo Noemí que estaba tan resuelta a ir con ella, no dijo más”.