No tire la toalla!
Samuel Acevedo(Audio: Español)
RESUMEN:
En el libro de Daniel, capítulo 1, se relata la historia de la invasión de Nabucodonosor a Jerusalén y la captura de jóvenes judíos, incluyendo a Daniel, para ser educados en Babilonia. A pesar de la aparente derrota del pueblo de Israel, Daniel decide no contaminarse con la comida del rey y mantener su fe en Dios. Esta fe invencible es necesaria cuando uno se encuentra en Babilonia, es decir, en una crisis abrumadora que cambia la vida de uno en un instante. El sufrimiento y la prueba tienen implicaciones personales para nuestra fe, pero también para el reino de Dios, ya que la conquista no es completa hasta que uno se rinde voluntariamente. Dios mantiene la fe en una minoría que se negará a rendirse y sobrevivirá al fuego refinador para brillar como un remanente de su pueblo.
El mensaje de este sermón es sobre cómo resistir en momentos difíciles, tomando el ejemplo de Daniel en Babilonia. El orador enfatiza la importancia de buscar al Señor con disciplina espiritual, servir y amar en Babilonia, y mantenerse vivo en la esperanza de la redención prometida
El orador habla sobre la importancia de pasar la herencia y la fe a las generaciones futuras. Luego, se dirige a Dios en oración, agradeciendo por la salvación y declarando su soberanía y autoridad. También amarra las promesas de Dios a las vidas de sus hermanos y declara que nadie que invoque a Dios será avergonzado. Termina declarando que el reino de Dios es establecido por una eternidad y que su victoria, honor y gloria son suyos.Vamos al libro de Daniel, capítulo 1. Florecitas de nieve en marzo, pero hermanos no se desanimen, dentro de poco la primavera vencerá el invierno. No tire la toalla. Y en una manera, hermanos, de eso se trata este mensaje. Daniel, capítulo 1. Daniel, chapter 1. Gloria a Dios. Glory to God. Especialmente si usted se crió en el Evangelio, si se crió en un hogar cristiano, yo no dudo que usted, tarde o temprano, ha leído este texto, tal vez en un grupo de jóvenes. Pero hace poco lo leí de otra manera, el Señor me quebrantó revelándome algo y aprovecho en esta mañana de compartir esa revelación con ustedes. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.
“En el año tercero del reinado de Joacim rey de Judá, vino Nabucodonosor rey de Babilonia á Jerusalén, y la Sitió. El Señor entregó en sus manos” –en manos de Nabucodonosor, “a Joacim rey de Judá, y parte de los utensilios de la casa de Dios; y los trajo a tierra de Sinar,” –o sea Babilonia– “a la casa de su Dios, y colocó los utensilios en la casa del tesoro de su Dios. Y dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes, muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos. Y les señaló el rey ración para cada día, de la provisión de la comida del rey, y del vino que él bebía; y que los criase tres años, para que al fin de ellos se presentasen delante del rey. Entre éstos estaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, de los hijos de Judá. A éstos el jefe de los eunucos puso nombres: puso a Daniel, Beltsasar; a Ananías, Sadrac; a Misael, Mesac; y a Azarías, Abed-nego. Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey…”