Yo quiero una iglesia...
Faustino de Jesús Zamora VargasLa iglesia vive y vivirá como su creador eterno. Aquel glorioso Pentecostés cuando todos fueron llenos del Espíritu Santo (Hch 2:4), significaba que la Iglesia estaba naciendo para todos. Los primeros frutos, aquellos tres mil que se añadieron después del primer sermón del apóstol Pedro, eran la prueba del misterio revelado por Dios, el cual le estuvo vedado comprender a los profetas en siglos anteriores: la Iglesia es una, la de Cristo, existe para todos. Él es la cabeza de la iglesia, su Salvador (Ef. 5:23), se entregó por ella y por eso su anhelo de que sea una Iglesia gloriosa, santa y sin manchas (Ef. 5:27).
Pero ¿qué tipo de iglesia fundó el Señor? ¿Es la iglesia que sus discípulos de hoy conciben con características de institución, fragmentada en denominaciones, con líderes de mentalidad de empresarios o iglesias y líderes con la mente de Cristo? ¿Cómo vivir la Iglesia en una comunidad de creyentes donde nos cuesta tanto trabajo perseverar en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones (Hch 2:42)? ¿Cómo vivir la Iglesia donde todos los que han creído ni están juntos, ni tienen en común todas las cosas…y no las reparten según la necesidad de cada uno (Hch 2:44-45)?
La iglesia es y será siempre la Casa segura donde podremos pastar a pesar de la cizaña, la morada terrenal que Cristo nos regaló al precio de su sangre en el Calvario. Es nuestro Gilgal, el campamento adonde retornamos después de la batalla para descansar y sanar las heridas, es donde los guerreros de Cristo se preparan y entrenan para la contienda espiritual contra el enemigo, es donde se renueva el reino (1 S 4:15) y crecemos y maduramos como cristianos para practicar en vivo y en directo el amor de los unos por los otros y entonces… seguir amándola como a nuestra Betel, la casa donde Dios es presencia providente.
Es el Peniel, el lugar donde él puede cambiar tu nombre - ¿recuerdas dónde Dios le cambió el nombre a Jacob por el de Israel? ¡Fue en Peniel!- , allí muere tu historia personal, el ego y la vanidad que inunda tu ser y tu vida deja de ser tuya para comenzar a ser de Cristo y de los demás. En Peniel es donde el yo se convierte en nosotros.
Es nuestra Jericó, la ciudad que hay que tomar por orden de Dios. Jericó es donde la obediencia se hace ley suprema; porque sólo la obediencia hace caer los muros del pecado y nos hace comprender el precio de vivir en santidad y por último, amados hermanos en Cristo, la Iglesia del Señor de Señores, la mía, la tuya y la de todos, es nuestro Jordán, el lugar de lo sobrenatural, el sitio justo donde el Rey de los Pastores se goza dividiendo las aguas de nuestros afanes, angustias y males para que podamos atravesarlo una y otra vez sin temor a mojarnos los pies y llegar felices hasta Él.
¡Dios te bendiga!