Es posible regresar
Alberto González MuñozViajaba en un ómnibus hacia la ciudad de Santa Clara (Cuba) conversando con mi compañero de asiento, quien parecía de mi misma edad. Para mí era una persona desconocida, sólo un pasajero más que abordó el ómnibus durante el largo viaje por la antigua Carretera Central del país. Tras un rato de conversación trivial, al intentar compartirle el evangelio, el hombre me dijo: - Cuando era joven escuché hablar mucho de lo que usted dice.
Al explicarme cómo y dónde, descubrimos que ambos estudiamos en la misma escuela en la ciudad de Cárdenas, Matanzas. Me mencionó a los mismos maestros que yo tuve, la misma iglesia, los mismos predicadores que escuché en los cultos que allí se celebraban. En una escuela de 1200 estudiantes, él fue un alumno interno y yo externo y asistíamos a cultos diferentes. ¡Además habían transcurrido 47 años! Ambos disfrutamos nuestra conversación. Aunque no nos conocíamos, compartíamos recuerdos comunes. Lo que más me impactó fue su insistencia en repetir una y otra vez: —Fueron los años más dulces y felices de mi vida. Después abandoné la fe y todo cambió.