El pan nuestro de cada día - Parte A
Dr. Roberto MirandaLos hijos de Dios tienen sus prioridades claramente establecidas: primero la gloria y la voluntad de Dios, su señorío sobre nuestras vidas. Primero el deseo de que Él cumpla su perfecta voluntad en y a través de nosotros. Luego nuestras prerrogativas y deseos. Mis planes y proyectos siempre tienen que darse a la luz de los planes y la voluntad de Dios.
Como hemos dicho antes, el Padrenuestro es un compendio de elementos y actitudes que deben caracterizar tanto nuestra vida como nuestras oraciones. Después de reconocer la paternidad benévola de Dios, y su Majestad; después de santificar su nombre y declarar su reino sobre la tierra; después de declarar nuestro anhelo de que se cumpla su voluntad en forma total y sin resistencia—sólo entonces debemos sentirnos libres para pensar en nuestras necesidades personales. El Señor continúa, pidiendo: “El pan nuestro de cada día dánoslo hoy”..
Hay un dicho que dice: “El hombre propone y Dios dispone”. Así debe ser. Yo someto muy tentativamente mis peticiones a Dios, pero entiendo en todo momento que es su agenda la que tiene prioridad, no la mía. Las prerrogativas de Dios tienen que ser satisfechas primero, antes de que las nuestras puedan ser tomadas en consideración. Antes de pedir “el pan nuestro de cada día”, siempre tendremos que decir, “hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”.
En una de sus parábolas, Jesús describe gráficamente el orden correcto del universo: el señor tiene que satisfacer sus exigencias antes de que las necesidades del siervo puedan ser atendidas: “¿Quién de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo, luego le dice: Pasa, siéntate a la mesa? ¿No le dice más bien: Prepárame la cena, cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe tú?”
Cuando buscamos primeramente el reino de Dios y su justicia, entonces podemos estar confiados que recibiremos “todas las demás cosas”, incluyendo el pan nuestro de cada día. Preocúpate primeramente por las cosas de Dios, y Dios sin duda alguna se ocupará de las tuyas.