El desafío de crecer a través de la justicia y la misericordia
Faustino de Jesús Zamora VargasSi nos detenemos a pensar por un instante que por la fe en Jesucristo, Dios nos ha declarado justos delante de sus ojos, nos parece inverosímil que el amor de Dios pueda ser tan extraordinario.
¿Cómo es posible- se preguntan los incrédulos – que este Dios sea capaz de perdonar toda la maldad practicada y cometida anterior al encuentro con su Hijo, por medio de la fe? ¿En verdad es suficiente nuestra fe en Cristo para ser justificados – es decir declarados no culpables de nuestras transgresiones- a pesar de nuestra actitud muchas veces delictiva y pecaminosa, aun intentando practicar un cristianismo consagrado y sincero? Tenemos muchos motivos para alabar a Dios, pero esto de declararnos justos y no estar condenados por nuestras culpas y rebeliones, merece una alabanza especial. La revelación de esta verdad le confiere a nuestra vida cristiana un soplo adicional de esperanza en aquél que Dios hizo responsable de todos los pecados de la humanidad – incluidos los nuestros-. ¿Cómo el hombre ha podido ignorar durante siglos esta manifestación extraordinaria del amor de Dios?