Consagración para bendición
Faustino de Jesús Zamora VargasLas victorias que Dios nos concede, no deben ser causa de triunfalismos. Si hemos triunfado, es por su gracia y el mérito y los lauros sólo le corresponden a él. No debemos subestimar al enemigo aun cuando somos conscientes de que Dios está de nuestro lado, de que él marcha al frente de nuestras batallas. La gloria es siempre de Dios en todas las circunstancias.
La increíble victoria sobre Jericó llenó de fama y gloria a Josué. El capítulo 6 termina así: “El Señor estaba con Josué, y su fama se extendió por toda la tierra. (Josué 6.27). La fama puede carcomer el cerebro y desenfocarnos. Dios había ordenado que todos los guerreros de su pueblo marcharan a la conquista de la pequeña ciudad de Hai, pero Josué, mal aconsejado por sus espías, decidió enviar sólo a 3000 hombres. El resultado fue una vergonzosa y humillante derrota militar. Por otro lado, un guerrero de la tribu de Judá se había apropiado de un botín de oro, plata y otros enseres que Dios había ordenado destruir. El pecado de un solo hombre afectó a todo el pueblo, se había violado el pacto. ¿No nos recuerda al huerto del Edén? Por el tropiezo de Adán, toda la humanidad quedó marcada por el pecado. Por el de Acán, no se alcanzó temporalmente el propósito del Señor de proseguir conquistando la tierra prometida.