Unos piden señales, otros creen en Dios
Faustino de Jesús Zamora VargasEn el mundo contemporáneo, en un buen grupo de fieles cristianos se ha despertado algo así como una necesidad de pedir señales a Dios que muestren su bondad y den crédito a su poder y fidelidad. En una cultura signada por “lo que se ve”, por el predominio de los visual contra lo espiritual, hay un tipo de cristiano que pide señales y milagros en un franco desafío a un Dios que anhela complacernos cuando pedimos con fe la revelación de su poder, si pedimos bien y como conviene. Creemos profundamente que Dios hace milagros hoy como los hizo ayer. Hay cierta tendencia a ponderar las cosas que Dios hace, siempre que se vean los resultados palpables. Con frecuencia intentamos convencer y encantar las mentes de los incrédulos solicitando señales y prodigios para llevarlos a los pies de Cristo.
"…porque por fe andamos, no por vista" (2 Co 5:7), nos recuerda la Palabra de Dios. A menudo los testimonios que manifestamos sólo se fundamentan en aquel u otro evento sobrenatural, en las señales (y milagros) que Dios hizo en determinado momento y que cambiaron el rumbo de nuestras vidas o la de otros. La gente solicita señales y en este intento se frustra cuando “no ve” o no es capaz de darse cuenta con ojos y mente espirituales que ya Dios contestó su oración con una señal que no alcanzó a ver. ¿Y por qué no buscar las señales que Dios ya ha dado en las Escrituras y confiar en la voluntad agradable y perfecta para sus hijos? Todavía y hasta siempre, Dios continuará revelándose en su Palabra.
El mundo está signado por lo visual. El incrédulo quiere ver para creer y el creyente utiliza muchas veces el mismo argumento y se olvida de las promesas de Dios. Jesús es el Logos, el Verbo, la Palabra encarnada. Si el mundo dice que “una imagen vale más que mil palabras”, el cristiano dice: ¡la Palabra de Dios permanece para siempre! En el principio Dios habló y el propio Dios nos recuerda que su Palabra echa por tierra todo argumento visual. Vivimos por fe. No necesitamos “ver” o experimentar un milagro de Dios para creer en su fidelidad. La iglesia del Cristo vivo posee las Escrituras y al Espíritu Santo para disfrutar la obra de Dios en la vida de su iglesia, en el corazón de los creyentes. El evangelio no se puede restringir a la “visualización” de las experiencias espirituales para exhibir en la vitrina de nuestra religiosidad, a un Cristo milagrero de ocasión; mejor, busquemos en la Palabra de Dios la revelación escrita por la fe que obra en su hijo Jesucristo y creamos que el Dios viviente está junto a nosotros y en nosotros.
Tenemos que creer de manera resuelta en el ministerio de la palabra escrita que nos dejó el Señor: la Biblia, el libro de libros que nunca morirá, la palabra que pone a los hombres en una relación viva con el Espíritu de Dios. Pedir señales y milagros a Dios para justificar nuestra incredulidad, es demostrar sin quererlo, que nos falta la verdadera y salvadora fe. En el Evangelio según Mateo unos fariseos se acercan al Señor y le dicen: “Maestro, deseamos ver de ti señal. El respondió y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. (Mt. 12: 38). (Énfasis del autor)
Nosotros somos una generación de fe, no necesitamos ver para creer. El Señor les estaba diciendo a los fariseos que la más augusta señal para toda la humanidad vendría con su muerte de tres días y su resurrección eterna. El milagro más grande que nos ha dado vida y vida en abundancia es la resurrección de Jesucristo. La Biblia está llena de señales de Dios para su pueblo; desde Génesis hasta Apocalipsis. Al Dios de nuestra historia lo debemos ofrecer y brindar a los incrédulos tal y como es. Él es especialista en tocar corazones y rendirlos a sus pies.
¡Dios te bendiga!