Nuestra herencia es la grandeza
Dr. Roberto MirandaMás que el fracaso, el enemigo número uno del potencial humano es la mediocridad de espíritu, el acomodamiento a las circunstancias, la falta de visión; el pensar que estamos destinados meramente a caminar sobre la tierra, cuando en realidad Dios nos ha hecho para surcar los aires, para ser cosmonautas del espíritu.
Esa falta esencial de aspiración en nosotros, combinada con la ignorancia de las leyes espirituales del éxito y la superación personal, constituyen una fórmula mortal para el logro de nuestros sueños.
La gran aventura del éxito personal comienza cuando nos damos cuento de que la victoria ya ha sido declarada sobre nuestras vidas. Nuestra herencia es la grandeza. Nuestra verdadera identidad como hijos de Dios es la realización personal, el llegar a vivir una vida plena y llena de significado e influencia positiva.
El reto de los que queremos triunfar en la vida no consiste tanto en despojarnos de una identidad de fracaso y asumir una nueva identidad— la identidad de una persona realizada y exitosa. Reside, más bien, en hacernos conscientes de nuestro verdadero estado como hijos de Dios, nuestra condición actual de gente bendecida, que ya camina bajo el signo positivo de la aprobación y el respaldo divinos. Como declara el salmista en el hermoso Salmo 23, “Ciertamente, el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida”. Los hijos de Dios, pastoreados a través de la vida por un Pastor todopoderoso y paternal, son perseguidos por el bien, custodiados por una nube de bendición que los sigue generosamente a través de la vida. Aprendamos a vivir en esa expectativa de bendición. Dios nos ha marcado para el bien, y su misericordia nos seguirá todos los días de nuestra vida.