No importa el pasado
Alberto González MuñozRosa creyó en Dios en su juventud y fue una de las tantas personas que en Cuba después profesó incredulidad cuando la enseñanza del ateísmo científico se instauró en después de la década de los años 60. La diferencia de su historia con la de mi padre y José que narré en meditaciones anteriores, es que Rosa no esperó los últimos momentos de su vida para tomar el camino de regreso.
Su decisión fue costosa y difícil, pero le permitió expresar su fe y gozar no solo de una comunión renovada y vital con su Dios, sino del compañerismo cristiano que tanto necesitaba.