Dios es siempre fiel
Faustino de Jesús Zamora VargasEl mundo de hoy ha hecho una consciente idolatría de "lo visual". Estamos llenos de símbolos que compiten con los pensamientos y sentimientos más íntimos y puros del ser humano. El hombre ha hecho imágenes y símbolos como referencias para no perderse en el camino tortuoso del frenesí cotidiano con que vive, en un mundo intensamente pobre de espíritu y marginado en sus propias angustias. Hay que ver para creer, dicen los humanistas.
Las sutilezas y filosofías mundanas que el hombre se ha inventado para justificar sus propias carencias espirituales, se han convertido en símbolos, íconos, imágenes de una realidad que se desborda “por los ojos” y se concretan en lo que sólo ellos pueden ver para conectarse con el mundo real. Lo que se ve, no precisamente tiene que vincularse con el corazón. Es, según los dictados de este mundo, lo único que existe. Lo visual, lo que se puede alcanzar con la vista y entender con la razón, es hoy una de la grandes barreras que tenemos los cristianos y la iglesia de Cristo para presentar el único e irremplazable evangelio de nuestro Redentor.
El libro de Job está lleno de enseñanzas para el cristiano de hoy y de advertencias bien claras para el mundo materialista e impío. Job, en la más terrible prueba de sufrimiento, se quejó antes Dios y le habló y le acusó de ser un Dios insensible e indiferente ante la perversidad y la maldad.
Su sufrimiento le llevó a obrar de pensamiento de manera impía. ¿Sabe Ud., querido hermano y hermana que la impiedad es vivir como si Dios no existiera? Dios convenció a Job de su ignorancia al recordarle: ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber si tienes inteligencia (Job 38:4). Dios sabía de la fe de Job y entendía que sus errores, al juzgarlo de injusto por haberle ocasionado un sufrimiento sin paralelos y para él inmerecido, se debían a su falta de conocimiento, a su incapacidad para entender Sus designios divinos y la magnificencia y poder de un Dios soberano que hace las cosas con propósitos eternos aunque nosotros no lo podamos entender.
Así somos nosotros, amamos a Dios pero caemos en ocasiones en el mar de la impiedad; no es que nos falte o nos falle la fe en un Dios que nos ama igualmente con amor eterno, sino que en nuestra ignorancia reclamamos a Dios que se nos revele cuando apenas le dedicamos unos escasos minutos al día para la intimidad y la oración. Y aquí está la diferencia entre Job y nosotros. Job oró, se humilló, reconoció su ignorancia y fue entonces cuando el Rey de la gloria se le reveló con todo su poder restituyéndole todo lo que había perdido y dándole mucho más. La declaración humilde y victoriosa de Job: De oídas te conocía, mas ahora mis ojos te ven (Job 42:5) es una exaltación al Dios altísimo que merece toda la gloria de sus hijos y de toda su creación. Imitemos a Job. Él no vio a Dios físicamente, mas sintió y experimentó su presencia a través de Su palabra. Él lo vio en su corazón y se sintió renovado y perdonado a pesar del sufrimiento al que fue sometido y de las injurias que él levantó contra el Altísimo. No te quejes a Dios, búscale con el corazón y abrevia tu oración ferviente. El mundo sigue buscando íconos y símbolos para creer, pero nosotros creemos por fe en quien no reparó en nuestros pecados para llevarnos a su luz admirable, una luz que podemos“ver”, alabar y glorificar.
¡Dios te bendiga!