Cristo anhela discípulos que lo imiten en todas las cosas; discípulos comprometidos con la extensión de su Reino aquí en la tierra; discípulos con la valentía de Elías cuando invitó al pueblo de Israel a definirse sobre a cuál Dios había de servir, si al Baal de los hipócritas o a Jehová de los Ejércitos (1 Reyes 18:20). Elías era un discípulo de Cristo, pero tú también. Él espera por ti, por mí, por todos sus hijos para que bebamos en las aguas de su Evangelio, precioso discipulado que nos brinda la oportunidad de definirnos de una vez por todas.
Para ser discípulos de Cristo hay una primera condición innegociable: reconocer por sobre todas las cosas el Señorío de Cristo en nuestras vidas y para eso necesitamos definición. Si no llegamos a ser consciente de ello, de lo que significa, lo que implica para caminar recto al lado del Maestro, no podremos nunca experimentar la plenitud de su presencia, el gozo inexpresable de sentirlo Maestro. Yo padezco de esta dulce enfermedad y no quiero curarme. Es la enfermedad de querer ser un verdadero discípulo de Cristo. ¿Estoy verdaderamente definido? ¿Es mi cosmovisión, mi sistema de creencias compatible con la esencia de las Escrituras? ¿Es mi vida un modelo de conducta para los que conviven a mí alrededor? ¿Qué me falta?
Tal vez Ud., querido hermano o hermana, se ha hecho estas mismas preguntas. Lo cierto es que querer ser como Cristo debe ser el anhelo de todo hijo de Dios, pero primero hay que definirse, reducir nuestro equipamiento doctrinal a una teología radicalmente cristocéntrica, práctica, viva, testimonial, con el único Dios reinando en cada espacio de nuestro ser y vida, sin dobles raseros, ni hipocresías, ni espíritu farisaico. Sentirse discípulo de Cristo es fácil, lo difícil es serlo. ¡Necesitamos definición!
Dos sermones de Dr. Roberto Miranda profundizan el tema de esta reflexión. '
2012 - Año de definición' nos reta tomar una decisión y no caer en una vida cristiana mediocre y tibia. '
Discípulos radicalmente comprometidos con Dios' hace un llamado que nuestra raíz misma, el fundamento de nuestro ser, esté comprometido con el Reino de Dios. Esta reflexión es un extracto; haga clic para ver
versión original.