Cristo, tabernáculo de la gloria del Dios viviente
Faustino de Jesús Zamora VargasCuánta bonanza encuentra en el alma quien tiene ojos para ver y ve la gloria de Dios a su alrededor, o mejor - en su interior. ¿La ves tú también? Oh Señor Jesús, ¡qué gloria nos has dado para que por ti sean aliviadas nuestras cargas y la vida pueda ser más llevadera y tu nube de gracia nos cubra al despertar, al caminar, para ver tu presencia entre nosotros!
Nuestro Señor es el Rey de gloria, la hemos visto y la vemos desde aquel tabernáculo del desierto donde el Dios omnipotente hacía resplandecer su gloria y aparecía a toda la congregación de Israel en una manifestación visible de su grandeza y poder. En los tiempos del Éxodo la nube de gloria, guiaba y dirigía al pueblo día y noche por el desierto y el tabernáculo era el centro de la adoración a Dios, el lugar de reunión, de hacer sacrificios, de entregar las ofrendas a los pies del Señor.
Somos hijos de Dios y en su plan de redención para la humanidad la promesa cumplida de su Hijo Cristo nos hace recordar aquel tabernáculo donde el Señor buscaba a su pueblo, le daba instrucciones, les recordaba que sin obediencia no sería posible llegar a la tierra prometida. En Cristo están escondidos todos los tesoros de la gloria del Padre, Él es nuestro sitio de reunión, nos congregamos en su nombre, para Él, para adorarle a Él y sólo a Él. Mientras el mundo colapsa por la desobediencia, la ignorancia y rechazo a la Palabra de Dios, los cristianos tenemos esperanza de un futuro mejor y es que su gloria nos llega para recordarnos que Él se hace presente en el medio de su pueblo para luchar nuestras batallas
Dios vive en medio de su pueblo en la manifestación de Jesucristo en nuestras vidas. Cuando Cristo, que es la vida de ustedes, se manifieste, entonces también ustedes serán manifestados con él en gloria. (Colosenses 3:4). Seremos glorificados en Él y con Él porque la relación que un día comenzamos con Él se basa en su muerte y resurrección. Todos los profetas y siervos de Dios de la antigüedad fueron testigos de la gloria de Dios, de su poder, su resplandor, su presencia. Nosotros hoy andamos en Cristo, el tabernáculo vivo que nos fue dado en sacrificio por nuestros pecados, el motivo, causa y efecto de la adoración, su plenitud, en quien estamos completo, en quien tenemos inspiración suficiente y en quien encontramos el reposo de todas nuestras jornadas. Vimos y vemos a diario su gloria. Nuestro propósito de vida es darle gloria, glorificarlo con nuestro hacer cotidiano. El Salmo 62:7 dice “En Dios está mi salvación y mi gloria”. Cristo es el Rey de Gloria, su corona es una vida de humildad y servicio de aquellos que le aman sin añadir al ropaje cristiano tintes ni lentejuelas, ni adornos baratos. En Él lo tenemos todo ¡incluida su gloria!
¡Dios les bendiga!