¡Déjalo pasar!
Faustino de Jesús Zamora Vargas¡Cuántas ocasiones desaprovechadas! El Señor llama al hombre desde que este es consciente de su razón, lo ha llamado de distintas maneras: la sanidad milagrosa que tuvo el hijo, la esposa o un ser querido; el trabajo anhelado por tanto tiempo, la paz interior que Ud. mismo ni sabe de dónde vino. Es Dios, sólo Dios en sus intentos de atraerte.
Si sientes que el Señor llega y se detiene para hablarte, contéstale como hizo Samuel. O por lo menos escúchale. Ahora mismo Dios puede estar llamando haciéndote fijar la vista en alguna cuestión crucial que le atañe, que es de su interés. Es su manera singular de llamar la atención.
El hombre se reinventa a sí mismo casi cada día y se busca aliados de poca utilidad para anidar su vida desaliñada. Otros viven inconscientes de su muerte espiritual y tratan de ocupar el lugar que le corresponde al Señor construyendo altares a pensamientos insurgentes que se levantan contra la mente de Dios. Al hombre impío le han nacido otras manos y otros cerebros con el auxilio de la tecnología. Dios no trae respuestas a sus deseos egocéntricos o, en el peor de lo casos, no está en sus planes.
Dios se detuvo y llamó al hombre aquella primera Navidad. Nos llamó ilusionado. Sabía de nuestros defectos y pecados y aun así, trajo al mundo la única solución para arreglar lo que parecía imposible. Nos llamó para amarnos, aunque no lo merecíamos; se encarnó para que viéramos, porque para algunos la fe tendría que entrar por la vista y no por escuchar su Palabra. Dios se encarnó de una vez y por todas en la presencia de Jesús. Un Jesús niño, sin tiempo ni estatura, pero eterno y gigante, que vendría para inaugurar la era de la redención en el planetario de su gracia. Si en este tiempo vuelves a sentir que el Señor se detiene y llama, tiñe de alfombra roja toda tu alabanza; extiéndela agradecido ¡y déjalo pasar!
¡Dios bendiga su palabra!