Camino seguro
Milagros García KlibanskyEn nuestro país nos hemos acostumbrado a caminar por las calles, nos discutimos las sendas con los automóviles y a veces hasta corremos el peligro de ser atropellados, pero, no nos queda más remedio, las aceras están tan rotas que es preferible no caminar por ellas, pues de hacerlo, corremos el riesgo de una caída.
En nuestro camino por la fe a veces pasa lo mismo, nos atrevemos a buscar la vía más fácil para llegar al objetivo, sin darnos cuenta que esta no es la más segura y por esta razón nos vemos enredados en situaciones de alto riesgo para nuestra vida espiritual. Y no es que no hayamos sido advertidos de que esto puede suceder, no, es tan solo que somos oidores olvidadizos y una y otra vez volvemos a caer en los mismos baches y roturas de nuestra vida.
Como niños, ante cada dirección a tomar, nos preguntamos, como aves desorientadas, ¿qué camino es el correcto? Cuando Tomás le preguntó al Señor, este respondió en Juan 14:6 “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” Entonces, ¿Cuál es la razón de nuestra desorientación? Al fin, podemos darnos cuenta de que no es desorientación, sino necedad.
Nos encanta jugar a ser Dios, disfrutamos el decidir por nosotros mismos qué rumbo tomar y después, cuando caemos por el barranco al final del camino, nos acordamos de que existe un Dios en nuestra vida y le echamos a él la culpa por no habernos apartado a tiempo. Nos mentimos a nosotros mismos constantemente. Nos decimos que es la voz de Dios la que habla cuando nuestros deleites son los que están gritando.
Piensa y recuerda, ¿Cuántas veces has sentido su voz susurrándote al oído, advirtiendo… redarguyendo…? Vamos, no te quieras engañar, el Espíritu que mora en ti no duerme, no ceja, no abandona, tú eres quien no escuchas la nítida voz que te advierte. Sí, es cierto, el camino es más difícil, pero seguro. Los demás te desvían. Este te llevará a salvo al lugar de reposo