Las redes que echamos en Su nombre

Faustino de Jesús Zamora Vargas
Faustino de Jesús Zamora Vargas

RESUMEN: El pasaje de la pesca milagrosa nos enseña a confiar en la palabra de Cristo y en su nombre para lanzar nuestras redes. Debemos tener cuidado con las redes barrederas que echamos sin meditar, creyendo cumplir con la Gran Comisión. Hay muchos "profetas" que se dicen ungidos echando redes o mandando a echarlas en su nombre y no en Cristo. Nuestra fortaleza y poder descansan en Él. Debemos reconocer que nuestra condición espiritual es pobre y confiar en la palabra de Dios para una pesca abundante. En su palabra, en la confianza de sus promesas eternas, viviremos alegres trayendo frutos para el Reino.

Todos conocemos los resultados de aquella pesca milagrosa que hicieron los discípulos de Cristo en el mar de Galilea. Las redes casi se rompen por la cantidad de peces. Toda una noche pescando sin resultados, pero su palabra produce el milagro. Simón dudó por un instante, pero al final echó las redes confiando en la palabra de su Maestro, quien le había dicho que saliera mar adentro y arrojara las redes a la derecha de la barca. Es un pasaje que nos brinda una gran enseñanza porque debemos saber en nombre de quién lanzamos nuestras redes. ¿Estás seguro de estar echando tus redes en la palabra y en el nombre del Maestro o en otra palabra u otro nombre? Dios dice “El reino de los cielos también es semejante a una red barredera que se echó en el mar, y recogió peces de toda clase; y cuando se llenó, la sacaron a la playa; y se sentaron y recogieron los peces buenos en canastas, pero echaron fuera los malos” (Mateo 13:47.48). ¿Notan la diferencia, queridos hermanos y hermanas? Debemos tener mucho cuidado con las redes barrederas que echamos sin meditar, creyendo cumplir con la Gran Comisión. ¿Cuántas vidas “pescamos” en una de nuestras redadas organizadas a la manera humana, que poco tiempo después de hacer “la oración de fe”, se marchan del redil por la puerta de atrás y se preocupan por no dejar rastros?

Siento pena al ver los vídeos ¿cristianos? que circulan por ahí carentes de las buenas nuevas de salvación en Cristo. Hay muchos “profetas” que se dicen ungidos echando redes o mandando a echarlas en su nombre y en su palabra y no en Cristo. Son los que viven del evangelio. Es sano hacer diferencia entre los que viven el evangelio y los que viven del evangelio. Pero aunque este es otro de los asuntos que le concierne juzgar a Dios en exclusiva, no podemos hacer vana la cruz de Cristo ocultando estas verdades. El Reino es cedido a aquellos que reconocen que no poseen habilidad alguna, a los humildes de corazón. Dios nos habla a través del profeta Isaías para recordarnos que Él es el pescador verdadero si echamos las redes en su nombre. Nuestra fortaleza y poder descansan en Él. “Esto dice el Señor soberano…ustedes se salvarán sólo si regresan a mí y descansan en mí, en la tranquilidad y en la confianza está su fortaleza” (Isaías 30:15)

Así es. A veces solemos confiar más en nuestras fuerzas y en nuestras redes, que en el Verbo encarnado que nos da la voz de mando para lanzarla con la garantía de una pesca abundante. La palabra de Dios nos recuerda que nuestra condición espiritual es pobre. No pasa así con los muchos “profetas” de estos tiempos que no reconocen el Señorío de Cristo y se empeñan en proclamar un evangelio propio, falseado, de su propia cosecha y lo lanzan al mundo evangélico como si fueran estrellas del Pop en busca de galardones de los hombres. Sus redes atraparán almas, tal vez, pero no corazones que se arrepientan y descansen en Cristo. Son los evangelistas que proclaman que “ya se acabó el sufrimiento” y que estamos listos para vivir una prosperidad libertina basada en el ejercicio de un evangelio aguado que atrapa cada vez más a las multitudes necesitadas del Dios verdadero.

En el nombre de Cristo y en su palabra podemos echar las redes toda la noche con la certeza de una pesca abundante. En su palabra, en la confianza de sus promesas eternas, viviremos alegres trayendo frutos para el Reino. ¡Dios te bendiga!

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