En la debilidad hay gran poder
Dr. Roberto MirandaEn reconocer nuestra debilidad, en cultivar deliberadamente un sentido de insuficiencia, hay poder. ¿Por qué?
Para el hombre sin Dios, la mujer sin Dios, el cultivar debilidad lleva a depresión y lleva a fracaso, y lleva a inacción. Pero el hijo de Dios, cuando cultiva debilidad en el espíritu, lo que hace es reconocer, “Yo no tengo la victoria, pero Dios sí la tiene. Yo no tengo la respuesta, pero Dios es más que capaz para darme toda la sabiduría que necesito. Yo no tengo el poder pero Dios es Todopoderoso. Yo no tengo las armas, pero Dios me ha prometido toda Su armadura”.
Cuando quitamos la mirada de nosotros mismos, reconocemos nuestras limitaciones, y ponemos nuestra esperanza exclusivamente en Dios, nuestra debilidad se convierte en la plataforma perfecta para que pueda desplegarse todo el poder del Cielo a nuestro favor.
El Apóstol Pablo declara: “Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. “Por tanto”, dice, “de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (II Co 12: 9). Un hombre, una mujer, tiene que despojarse primero de su autosuficiencia y su falso sentido de independencia, y decir, “¿Sabes qué, Señor? Me vacío de todo eso. Lléname ahora con tu Espíritu, y enséñame el camino por donde debo andar”.
Ahí comienza, querido lector, el poder de un hombre o una mujer de Dios, en reconocer, “Yo no puedo hacerlo solo. Necesito la gracia de Dios”. Basado en ese profundo reconocimiento, vas y buscas sabiduría. Reconoces el peligro, admites tu total incapacidad, y te refugias como un niño en el poder de tu Dios. Esa unción ilimitada del cielo, metida en la vasija vacía que le has provisto al poder divino por medio de tu humilde reconocimiento, será más que suficiente para sacarte del hoyo y establecerte sobre terreno seguro.