Los regalos de Dios
Milagros García KlibanskyCada día, al ir para mi trabajo, tengo que pasar obligatoriamente en la guagua por el “Café Colón”, el cual queda después de la Víbora, en 10 de octubre. Allí, todas las mañanas, hay unas personas vendiendo flores, pero no cualquier flor, sino de esas que tienen un caro precio por su belleza y exclusividad. Allí podemos encontrar grandes rosas amarillas, rojas, blancas, azules y hasta verdes, si no tienen ese color, alguien se lo ha impuesto. Pero esas rosas cuestan un precio que para muchos es impagable. Sin embargo, puedo bajarme de la guagua y acercarme, olerlas y admirarlas, porque Dios las creó para mí. Él con amorosa paciencia modeló sus pétalos, les imprimió su perfume, la exquisita fragancia del alquimista supremo. Pueden prohibirme poseerla, porque no tengo con qué pagar el precio, pero no pueden impedirme disfrutarla.
Eso me recuerda a la Salvación. La salvación es por gracia, pero también tuvo un precio y mucho más alto que el de las rosas, un precio de sangre inocente, santa, que se dio entera para que hoy nosotros la podamos obtener gratis y sin embargo, costó la vida al hijo de Dios.
Sí, podemos posar nuestros ojos en las rosas y codiciarla, pero cuanto mejor sería que pusiéramos los ojos en Cristo y codiciáramos tener una vida que lo imite, al fin y al cabo, la salvación es “FREE”, libre de impuestos y condiciones. Dios solo quiere que reconozcamos a su hijo y que aceptemos su presencia en nuestra vida, Él es la rosa de Sarón y no hay perfume que inunde más una vida que ella.
Dios te está haciendo ese regalo. Tómala, es tuya, no tiene precio. Ya Él pagó por ti.