Ajustando las prioridades
Maria Elena Rego RojasTodos hemos vivido experiencias de pérdidas que nos paralizan. Recuerdo que cuando permuté mi casa, para darle un apartamento a mi hija, me quedé muy deprimida, por lo que había dejado atrás una hermosa casa, amplia, privada, en la que había vivido por más de 20 años. Este hecho me trastornó emocionalmente. Es una reacción humana y normal, de pérdidas. Es un duelo que estableces contigo mismo. Poco a poco, comprendí que podía vivir sin mi amplia y hermosa casa, porque opté por razonar lo que había sucedido y sacarle ventajas al cambio, descubriendo que podía ser feliz sin aquello hacia lo que me sentía tan ligada.
También cuando fui objeto de una tiroidectomía total con vaciamiento ganglionar, por un error de diagnóstico en biopsia, sentí que la vida había sido demasiada injusta conmigo y la depresión hizo su aparición triunfal. Estas pérdidas pueden hacernos volver a sopesar nuestras prioridades. No quiero decir que debamos vivir sin una buena casa, o que es un placer vivir sin la glándula tiroides. Lo que deseo enfatizar es que la vida no terminó ahí. Sencillamente, aprendí de estas experiencias. Y ajusté mis acciones de modo que los tropiezos de la vida me resultaran menos dolorosos.