El arrepentimiento
Alberto González MuñozProbablemente todos hemos tenido la experiencia alguna vez de tomar un camino equivocado. Siempre que lo hacemos, al principio todo parece ir bien, después comienzan las dudas. Comprendemos que no estamos yendo por donde debemos ir y aun así avanzamos un poco más. Al fin llega el momento en que nos decidimos y viramos atrás. A esa experiencia de virar atrás y abandonar un camino que reconocemos errado, la Biblia lo llama arrepentimiento.
En los últimos tiempos he visto que se ha puesto de moda en algunas entrevistas televisivas preguntarle a personalidades o artistas famosos: ¿Tienes algo de que arrepentirte? Para mi sorpresa, la mayoría de los entrevistados contestan con mucho orgullo que no. Insisten en que su vida ha sido la mejor y que no tienen que arrepentirse de nada en lo absoluto.
Sin embargo, la Biblia dice que Dios manda a todos los hombres en todo lugar a que se arrepientan (Hechos 17:30). Independiente a las declaraciones anteriormente citadas, los seres humanos tenemos mucho de que arrepentirnos. Decir que nunca hemos necesitado hacerlo es pretender que jamás nos hemos equivocado, que nunca hemos tomado una decisión errada y que nuestras actuaciones han sido siempre impecables. Como nuestra condición humana presupone que errores y fracasos son posibles, ninguna persona realmente sensata se atrevería a negar que alguna vez en la vida haya sentido la necesidad de arrepentirse.
¿Por qué Dios manda que todos se arrepientan? La respuesta es sencilla, la única forma de arreglar nuestros errores es reconocer que nos hemos equivocado. Para hacerlo, tenemos que aprender a ser honestos con nosotros mismos. Lo que sucede es que los seres humanos tendemos a ser tercos y nos avergüenza reconocer errores y malas acciones. ¡Cómo si no fuera algo muy común a todos! Tristemente, preferimos ocultar nuestros errores y esconder nuestros fracasos y pecados. Dios quiere que nos arrepintamos porque él está muy interesado en que nuestras vidas vayan por el mejor camino y sabe que un corazón arrepentido abre todas las puertas para recibir su perdón y su ayuda. Sin embargo, mantener un espíritu rebelde que se niegue a reconocer errores y pecados es el camino más fácil a la dureza de corazón y por lo tanto, a la amargura. Ante cualquier fracaso, error, o mala decisión, lo más sabio es arrepentirse y pedir perdón.
Todo cambia cuando nos arrepentimos.
¡Dios les bendiga!