¡Dame ese monte!
Faustino de Jesús Zamora VargasVolvamos a las promesas de Dios y hablemos de la lealtad, de la integridad que premia el Señor. El anciano Josué repartía la tierra que el Señor daba por heredad a su pueblo y el guerrero Caleb a sus ochenta y cinco años venía a pedirle a Josué la heredad que Dios le había prometido hacía 45 años.
La vida de Caleb había sido una vida dedicada completamente al Señor. Josué y Caleb eran sobrevivientes de una generación perdida en el desierto, los únicos espías fieles que trajeron buenas noticias a Moisés tras explorar la tierra que Dios daría a su pueblo en heredad (Números 13:3–33). Cuarenta y cinco años no es poco tiempo de espera. El Señor le había conservado la vida (Josué14:10). Atrás quedaban mil batallas guerreadas en favor del pueblo de Dios. “Ahora pues, dame esta región montañosa de la cual el Señor habló aquel día, porque tú oíste aquel día que allí había Anaceos con grandes ciudades fortificadas…” (Josué 14.12a).